DOS CASOS DE FALSIFICACIONES HISTORICAS EN HISPANOAMERICA

Índice:

1. Falsificación de cartas entre los Generales San Martín y Bolívar
referentes a la entrevista de Guayaquil
2. Falsificación de cartas de personajes peruanos de la guerra
del guano y del salitre
3. Bibliografía

1. Falsificación de cartas entre san martín y bolívar referentes a la entrevista de Guayaquil

En un anterior trabajo analizamos la problemática historiográfica en torno a la denominada Carta de Lafond. Aparte de dicha controvertida misiva, no se conocía ninguna otra carta en la que los libertadores de América se hubiesen escrito sobre lo tratado en Guayaquil. Esto era así hasta 1940, año en el cual apareció el libro de Eduardo Lástenes Colombres Mármol (padre), titulado «San Martín y Bolívar en la entrevista de Guayaquil, a la luz de nuevos documentos definitivos». Entre estos «nuevos documentos» figuraban nada menos que misivas cursadas entre los libertadores, en las que se referían a dos aspectos de gran trascendencia. Uno de ellos era el referente al problema político generado en torno al destino de Guayaquil, que habiendo proclamado su independencia el 9 de octubre de 1820 había dejado pendiente su incorporación a Perú o a Colombia e incluso la posibilidad de constituirse en un estado independiente, pero que Bolívar zanjó, manu militari, el 13 de julio de 1822, al decidir la incorporación del territorio de Guayaquil a Colombia. Y el otro tópico era el concerniente a lo que ellos trataron en sus conferencias realizadas en la ciudad de Guayaquil, los días 26 y 27 de julio de 1822.
Entre esas misivas, presentadas no sólo como «nuevos documentos» sino «como definitivos», reseñaremos las siguientes:
a) Misiva de Bolívar a San Martín, fechada en Cali a 29 de enero de 1822. En esta carta Bolívar le señala a San Martín los derechos de Colombia sobre Guayaquil, pero le expresa que ambos pueden solucionar el problema.
b) Misiva de Bolívar a San Martín, fecha en Guayaquil a 25 de agosto de 1822. En ésta le señala la inconveniencia de los regímenes personalistas; arguye la conveniencia de adoptar su sistema de la Confederación General, que lo compara al de los Estados Unidos. Le expresa que la unión de sus ejércitos se podría llevar a cabo, siempre y cuando el Perú se comprometiese a hacerse cargo del aspecto económico de la campaña.
c) San Martín a Bolívar, fechada en Lima a 10 de setiembre de 1822. Ésta es contestación a la que recibió del libertador caraqueño con fecha 25 de agosto. El Protector del Perú le comunica que él no podría reconocer la soberanía de Colombia sobre Guayaquil, estando esta provincia bajo el protectorado del Perú. Le anuncia su renuncia ante el Congreso.
d) Bolívar a San Martín, fechada desde Cuenca a 27 de setiembre de 1822. Constituye respuesta a la enviada por San Martín el 10 de setiembre. Bolívar le transmite a San Martín su lamento por la renuncia que ha hecho del gobierno del Perú. Asimismo le manifiesta lamentar mucho el que no se hubiese aceptado su propuesta de la unión de los dos ejércitos, lo cual se lo había expresado en la misiva del 25 de agosto.

Además de estas misivas aparecía otra de San Martín a Bolívar, fechada desde Bruselas el 28 de mayo de 1827; de Bolívar a Santander, de Sucre a Santander, de Sucre a Bolívar y de éste a Sucre.
La polvareda que vino a levantar el hallazgo y publicación de estos supuestos documentos suscritos por San Martín, Bolívar y otros personajes de aquella época, vinculados a la Entrevista de Guayaquil, constituye uno de los sucesos más raros de la historiografía americana.
Al poco tiempo de circular la mencionada obra de E..L. Colombres Mármol, la Academia Nacional de la Historia de Venezuela y el renombrado historiador venezolano don Vicente Lecuna, impugnaron como apócrifos todos los presuntos «nuevos documentos» que aportaba la obra de Colombres Mármol.
Como el caso ameritaba una investigación muy seria, los mencionados documentos fueron analizados, con suma meticulosidad, por una Comisión Nacional Argentina, la cual concluyó por pronunciarse en el mismo sentido que la de su par, la venezolana. Debemos señalar que durante la investigación realizada en Argentina, don Ricardo Levene, prestigioso historiador, presidente de la Academia de la Historia de Argentina y asimismo presidente de la comisión especial para el estudio de los documentos cuestionados, recibió una carta del Sr. José M. González Alfonso, suscrita en Buenos Aires el 15 de octubre de 1941, en la cual, el mencionado personaje, se reconocía como el verdadero autor de la obra que E. L. Colombres Mármol había publicado sobre la entrevista de Guayaquil, con los documentos ahora probadamente apócrifos, de conformidad con las conclusiones de las Academias Nacionales de la Historia de Venezuela Argentina.
El eximio historiador peruano Rubén Vargas Ugarte, comentando sobre el problema del verdadero autor de la cuestionada obra y asimismo sobre la procedencia de los documentos que ella pretendía aportar, como nuevos y definitivos, para solucionar los «enigmas» de la entrevista de Guayaquil, nos dice:

«Tuvimos ocasión de conocer al primero, (se refiere a Colombres Mármol) cuando estaba en Lima de Embajador de su país y por lo poco que le tratamos nos persuadimos que sus conocimientos en historia no pasaban de lo vulgar. Por desdicha, el señor Colombres, víctima de un traficante inescrupuloso, se prestó a darle la mano para que saliese del país la valiosa documentación, propiedad del Estado (se refiere al estado peruano), que custodiaba Emilio Gutiérrez de Quintanilla, Director del Museo Nacional, a quien se había encomendado la tarea de reunir los materiales para la obra «La Acción Peruana en la Independencia». Esos documentos reunidos en más de treinta tomos en folio salieron del país (Perú) subrepticiamente y fueron luego puestos a la venta en Buenos Aires»(Vargas Ugarte, R «Historia General del Perú», tomo VI, pp. 227-228, infra).
¿Cómo llegaron a manos del Sr. Colombres Mármol los controvertidos (en realidad apócrifos) documentos?. El propio embajador nada dijo al respecto e incluso creó todo un gran misterio en torno a la obtención de esos materiales. La defensa acerca de la autenticidad de los mencionados documentos correría a cargo del reconocido historiador argentino don Rómulo Carbia, que había sido nada menos que el encargado del prólogo de la obra. Carbia también echó luces sobre la procedencia de la documentación, señalando que los documentos pertenecían al archivo de Gutiérrez de Quintanilla. Rómulo Carbia incluso llegó a publicar una obra titulada «San Martín y Bolívar frente al hallazgo de nuevos documentos», donde defendió la autenticidad de los impugnados documentos, esgrimiendo algunos argumentos que pretendían rebatir la demoledora crítica de don Vicente Lecuna.

Pero quien más ha aportado para dilucidar acerca de la obtención de los documentos ha sido E. L. Colombres Mármol (hijo), el cual publicó una obra titulada «En defensa de las discutidas cartas del general San Martín». Señala Colombres Mármol (h), que desempeñándose su padre como Embajador en el Perú, llegó a saber y conocer de la existencia de una gran cantidad de documentos sobre la etapa separatista, existentes en el archivo del historiador peruano Emilio Gutiérrez de Quintanilla . A comienzos de 1939 llegó a Buenos Aires el Sr. Fernando Gutiérrez de Quintanilla, llevando consigo varios miles de manuscritos. El gobierno argentino, informado de esto, designó una comisión especial para que, previo minucioso análisis, dictaminara el valor de los mismos y de considerarse importantes y convenir a las partes, adquirirlos para que fueran incorporarlos a los archivos argentinos. Esta comisión estuvo integrada por R. Levene, Presidente, .A. C. Escobar, C. De Estrada, E. L Colombres Mármol(p), R. J. Cárcamo, R. Zavala, E. Ravignani y F. Best. El Sr. Fernando Gutiérrez de Quintanilla puso a disposición de dicha comisión seis mil documentos. Entre tanto, en Lima, el encargado de analizar los restantes manuscritos de la familia Gutiérrez de Quintanilla fue el señor César Galdós Vergara. Fue este señor Galdós el que informó haber hallado treinta documentos vinculados al año 1822 y a la entrevista de Guayaquil. La comisión argentina mencionada consideró que dentro de este grupo de treinta documentos, solo dieciocho eran realmente importantes.

El porqué fue el señor Colombres Mármol y no otra persona la que utilizara los documentos en cuestión, se explica por el hecho de que el mencionado personaje había pagado, de su propio peculio, el cincuenta por ciento del valor de los documentos y es por ello, que con el debido permiso de la familia Gutiérrez de Quintanilla comenzó a preparar o hacer preparar un trabajo sobre la entrevista de Guayaquil, obra que vería la luz en 1940, con el título ya mencionado de «San Martín y Bolívar en la entrevista de Guayaquil, a la luz de nuevos documentos definitivos». Colombres Mármol llegaba a las siguientes conclusiones, en base a dichos «novísimos y trascendentales documentos», con relación a la entrevista de los libertadores.

a) No hubo acuerdo entre San Martín y Bolívar, ni en el fondo ni en la forma.
b) San Martín, consultado sobre la anexión colombiana de Guayaquil consumada por Bolívar, la desconoció de plano y ratificó después su disconformidad en carta posterior a la entrevista.
c) Aceptó, en nombre del Perú, incondicionalmente la ayuda ofrecida por Colombia, si este estado tomaba a su cargo la parte correspondiente a la financiación de la campaña.
d) San Martín se condenó voluntariamente al ostracismo, sacrificando el prestigio y la gloria de su carrera militar en aras de la paz y de la libertad, así como para evitar una guerra fratricida.
e) Las leyendas forjadas en torno de la entrevista de Guayaquil se desvanecen por completo, imponiéndose el desahucio de multitud de historias improvisadas, carentes de seriedad y consistencia científica, así como el reajuste crítico indispensable en otras, aquellas en las cuales la exaltación del héroe o el encono han tergiversado la verdad.
El libro de Colombres Mármol causó un gran impacto en el ámbito historiográfico americano, no tanto por el enfoque en sí que presenta la obra sobre la conferencia de Guayaquil, sino por el aparato documental sobre el cual se había elaborado. El diplomático argentino llegó a rodear de tanto misterio el hallazgo de los documentos , que incluso llegó expresar que había sido obra de la providencia el que dichos documentos llegasen a sus manos.

Los historiadores venezolanos tomaron el asunto con cierta inquietud y un gran escepticismo, aunque se debe reconocer que lo hicieron con mucha seriedad y espíritu crítico. El mismo año de la publicación del novedoso libro de Colombres Mármol, la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, con fecha 7 de noviembre de 1940, emitió un informe, rubricado C. L. Mendoza, P. M. Arcaya, Mons. Nicolás E. Navarro y Lucía L. de Pérez Díaz, en el cual se dictaminaba que los documentos incluidos en la obra de Colombres Mármol eran apócrifos. El dictamen consideraba que los siguientes factores demostraba fehacientemente su inautenticidad.

a) Carácter acientífico al referir el hallazgo de los manuscritos.
b) Todas las cartas, curiosamente, persiguen un solo fin: demostrar la autenticidad de la carta de 29 de agosto de 1822.
c) Existen diferencias graves en el lenguaje escrito de las misivas atribuidas a Bolívar y Sucre.
d) Las cartas atribuidas a Bolívar contienen graves contradicciones con las ideas manifestadas por él, en otros documentos de esa misma época.
e) En la carta atribuida a Bolívar de 25 de agosto de 1822, el Libertador hace referencia a «la República de Francia», cuando en aquel momento gobernaba el rey Luis XVIII.
f) Se atribuye a Bolívar una misiva suscrita en Cali, a 29 de enero de 1822. Sin embargo para esa fecha Bolívar no se encontraba en Cali sino en Popayán.
g) En una carta atribuida a Sucre, de 9 de diciembre de 1824, aparece este personaje dándole la noticia de la victoria de Ayacucho a Santander. Se sabe, por carta auténtica de Sucre a Santander, de 13 de diciembre del mismo año, que fue en esa carta (la del 13 de diciembre) que Sucre por vez primera le escribía a Santander dándole la noticia del triunfo obtenido en
Ayacucho.
h) En la carta atribuida a Bolívar y dirigida a Santander, de 13 de octubre de 1822, se hace referencia a la Gran Colombia, cuando en aquel tiempo nadie utilizaba dicha denominación.
i) La impugnada misiva de Bolívar a Sucre, de 7 de noviembre de 1824, no termina con la frase de rutina: «Dios guarde a V.S. muchos años» como era de rigor, sino con un «Señor General» antes de la firma, fórmula empleada, en aquella época, sólo de inferior a superior. Asimismo, en esta misiva se antepone al nombre de Sucre la palabra «Don», cuando el Libertador nunca usaba dicho término al dirigirse a sus generales colombianos. También aparece la fórmula U.S.(abreviatura de Usía), que no era utilizada por la secretaría de Bolívar, la cual empleaba la fórmula V.S. (Vuestra Señoría). Sólo en copias y reproducciones suele, a veces, utilizarse la primera abreviatura mencionada.
El eximio bolivarista don Vicente Lecuna hizo un estudio acucioso de los documentos cuestionados, llegando la conclusión de que eran apócrifos. En realidad hay que reconocer, que fue don Vicente Lecuna quien cerró en forma definitiva el problema de los documentos dados a conocer por Colombres Mármol, pues son tantos los elementos esgrimidos por él, y de las más diversas índoles, que ya no queda la menor duda acerca de la apocricidad de los mismos y son ya muy pocos los historiadores que se atreven a sostener lo contrario, porque ello implicaría tener que responder todas las críticas hechas por Lecuna, y que, como veremos, son, casi sin temor a equivocarnos, definitivas. La propia Comisión especial argentina
encargada de estudiar los controvertidos documentos, dictaminó, con fecha 1 de noviembre de 1941, que ellos eran apócrifos.
Pasemos una breve revista a todos los factores señalados por don Vicente Lecuna que prueban, en forma definitiva, la inautenticidad de los manuscritos utilizados por Colombres Mármol:

a) La carta de Bolívar a San Martín de 29 de enero de 1822 aparece suscrita en Cali, cuando en aquella fecha Bolívar se encontraba en Popayán.
Carbia intentó contrarrestar este argumento diciendo que en realidad en el manuscrito existe una rayita debajo de la parte ovalada del 9, (cosa que no se podía apreciaren la reproducción),lo cual significaría que la carta fue realmente del 21 de enero, fecha en la que aún Bolívar se encontraba en Cali. Carbia nos dice que la Secretaría de Bolívar no debió despachar la carta en aquella oportunidad, terminando por llevarla a Popayán, por lo que allí se enmendó la fecha.
Lecuna, por su parte, replicó en el sentido de que dicha supuesta enmienda era inadmisible en una carta dirigida a una autoridad de la investidura de don José de San Martín, Protector del Perú.
b) En esta misma misiva de 29 de enero se escribe «Calí», cuando en aquellos tiempos se escribía «Caly».
c) En la misiva de Bolívar a San Martín de 25 de agosto de 1822, Bolívar aparece citando como modelo de su «Confederación General» a los Estados Unidos de Norteamérica, cuando bien se sabe que él nunca pensó de tal manera.
d) En esta misma carta, Bolívar ofrece su alianza al Perú, cuando ya existía dicha alianza, la cual había quedado materializada con el tratado de 6 de julio de 1822.
e) Bolívar (siempre en esta misiva) habla de la República de Francia, siendo como era en esa época una monarquía.
f) Entre la carta de Bolívar de 25 de agosto y la respuesta a ella dada por San Martín, el 10 de setiembre, sólo existe un periodo de apenas 16 días, cuando en aquella época de Guayaquil a Lima se empleaba casi un mes de viaje..
g) En la pretendida misiva del Libertador al Protector de 27 de setiembre de 1822, aparece insistiendo que el Congreso del Perú debe reconocer la soberanía de Colombia sobre Guayaquil. Bolívar nunca solicitó dicho reconocimiento.
h) En la misiva dirigida a Santander de 13 de octubre de 1822, Bolívar usa el término Gran Colombia, cuando en esa época nadie utilizaba dicho concepto.
i) En la carta de Bolívar a Sucre de 7 de noviembre de 1824 no figura la fórmula sacramental «Dios guarde a V.S. muchos años», sino «Señor General», expresión esta última utilizada de inferior a superior.
j) En la misiva mencionada en el párrafo anterior se utiliza el término «don», cuando se sabe que Bolívar no lo utilizaba al dirigirse a sus generales colombiano. El Libertador, en carta dirigida a su amigo Vicente Rocafuerte, con fecha 10 de enero de 1821, le dice: «No le pongo sus títulos porque no sé cuales son y con el Don estamos peleados».
k) Sucre, en la pretendida misiva de 9 de diciembre de 1824, se dirige a Santander con la fórmula V.E. y a la vez «Mi querido general y amigo», forma empleada sólo en cartas privadas y no en notas o comunicaciones oficiales, donde se utilizaba la fórmula V.E. Sucre no incurrió nunca en semejante mezcolanza.
l) Es inverosímil que Sucre escribiera a Santander el 9 de diciembre, en pleno campo de batalla, mientras que a Bolívar lo hiciera al día siguiente. Por otra parte, se conoce la carta auténtica de Sucre a Santander de 13 de diciembre de 1824 en la cual recién le comunica sobre la victoria obtenida en los campos de Ayacucho.

m) Sucre al dirigirse a Bolívar en la misiva del 26 de marzo de 1827 emplea la fórmula V.E., cuando ella no se utilizaba en cartas privadas. Además le aplica el desterrado «Don». Asimismo se utiliza el vocablo «bolivariano», totalmente moderno, cuando en aquella época solo se utilizaba «boliviano». Y, para remate, se emplea el título «Libertador y Presidente», cundo se utilizaba «Libertador Presidente»
n) San Martín, desde Bruselas, con fecha 28 de mayo de 1827, aparece dando consejos a Bolívar para que no estableciese la Confederación Boliviana, cuando ya (y esto desde octubre de 1826) había desistido de dicho sistema.
ñ) En cinco firmas de los facsímiles reproducidos por Colombres Mármol (p), el nombre íntegro de Simón Bolívar tiene matemáticamente el mismo tamaño y las rúbricas son idénticas.
o) En las pretendidas firmas de Bolívar no figura el punto sobre la letra «i» de la palabra Simón y aparece la palabra Bolívar acentuada, cuando en aquella época no se a acentuaba y solo se ponía un punto sobre la «i».Rómulo Carbia intentó rebatir a Lecuna, argumentando que el punto sobre la «i» de Simón si existían en los manuscritos, aunque no aparecía en los facsímiles, debido a su tamaño reducido. En cuanto al acento en la «i» de Bolívar, Carbia señalaba que realmente era un punto con forma de acento. Vicente Lecuna le replicó que ello resultaba un elemento más a favor de la apocricidad, puesto que si bien es cierto que en algunas de sus firmas Bolívar pusiera el punto ancho, por la violencia al asentar la pluma, siempre éste aparece horizontal en las firmas auténticas y nunca vertical como en las apócrifas.
p) Las letras de las cartas apócrifas no pertenecen a ninguno de los amanuenses de que Bolívar se servía en aquella época para la escritura de su correspondencia oficial y privada, es decir de su secretario J. G. Pérez y de los amanuenses Juan Santana y José Domingo Espinar.
q) El Libertador escribía sus oficios en papel grande, llamado florete, de oficio, de 30 a 31 cm de largo por 20 a 21 cm de ancho, milímetros más, milímetros menos, puesto que había variedad en las diversas resmas. Por otra parte, hacía su correspondencia personal en papel carta, cuyas dimensiones, en el año 1822, variaba según los bloques, de 23 por 18 cm y de 25 por 20 cm y los usaba sin ningún membrete o con el membrete «República de Colombia» y parte de la fecha impresa. Los oficios, en general, llevaban membrete, lo mismo que las cartas dirigidas a personajes o gobiernos extranjeros. Ahora bien, las cartas y oficios apócrifos están todos extendidos en papel grande, florete, sin encabezamiento, incluso los que aparecen dirigidos al General San Martín. La razón de que ello ocurra así, en los documentos apócrifos, se debe a que en los archivos de la época abundan hojas y pliegos en blanco de papel florete, por lo tanto fácil de extraer y ser utilizados para la falsificación. En cambio no existe, en blanco, papel tamaño carta ni papel timbrado de Colombia, por lo que a los falsificadores no los les quedó otra alternativa que usar solo papel florete para todos tipo de documento.

r) Toda la correspondencia auténtica de Sucre está escrita de su puño y letra, a excepción de aquella redactada durante los meses que tuvo el brazo derecho inutilizado, a consecuencia de la herida recibida en el motín del 18 de abril de 1828, en Chuquisaca. La carta presentada por Colombres dirigida por Sucre a Santander, de 9 de noviembre de 1824, está escrita por amanuense. Por otra parte, Sucre escribía en papel carta de 26,2 cm por 20,3 cm. La carta apócrifa señalada está extendía en papel grande de 31,5 cm por 21 cm.
s) La proclama auténtica de Simón Bolívar de 13 de julio de 1822, reproducida por Colombres Mármol (p), en la cual aparece la misma letra que la de los documentos apócrifos, pretendía presentar un documento auténtico, pero con letra de los falsificadores. Aún más, se sabe que en esa fecha había imprenta en Guayaquil, por lo cual es seguro que ella no circuló en forma manuscrita. Jerónimo Espejo, argentino, en su obra titulada «Recuerdos Históricos» asegura que dicha proclama circuló impresa.
t) De ser auténticos los documentos presentados por Colombres Mármol (p), lo lógico sería que todos o por lo menos algunos de esos documentos debían encontrarse en los archivos de los personajes a quienes fueron dirigidas, pero ello no es así y ello es una prueba contundente de su apocricidad.
u) El perito calígrafo, Sr. Ángel de Luca, miembro de la Comisión oficial nombrada por el poder ejecutivo de Argentina para dictaminar sobre los cuestionados documentos, señaló que ellos eran apócrifos.
Decíamos, al comenzar este breve trabajo, que este fraude constituye uno de los sucesos más raros de la historiografía americana. La conclusión a la cual se ha llegado es definitiva: la documentación presentada por Colombres Mármol era apócrifa. La otra conclusión, que se deriva fundamentalmente de los análisis hechos por los historiadores venezolanos y muy especialmente por don Vicente Lecuna, es que esta masiva falsificación de documentos pretendía un fin en concreto: querer probar la autenticidad de la llamada Carta de Lafond. Si esa era la finalidad de la falsificación, el móvil para ello fue, sin lugar a dudas, el falso nacionalismo. Es innegable que las figuras de San Martín y Bolívar han creado, en torno de ellos, el muy estudiado culto al héroe. Es fácil darse cuenta de los enfoques nacionalistas de los historiadores venezolanos, colombianos,
ecuatorianos y argentinos cuando tienen que tratar acerca de estos dos personajes. E incluso entre otras nacionalidades, como la peruana por ejemplo, se nota aún los sesgos sanmartinianos o bolivaristas de algunos historiadores de la etapa separatista.
Queremos insistir en cómo el deseo de querer presentar una historia que refleje las simpatías hacia un personaje en desmedro de otro u otros, pueden llevar a falsificaciones como la analizada. En la historia peruana hay un caso similar, aunque no ha
tenido la trascendencia del caso de los libertadores de América, por las razones obvias de ser un hecho que corresponde a una historia interna y de un hecho más o menos anecdótico. Brevemente expondré el caso peruano para que se pueda comprender las similitudes con el affaire Colombres.

2. Falsificación de cartas de personajes peruanos de la guerra del guano y del salitre

Uno de los puntos que ha dividido a los historiadores, fundamentalmente peruanos, de la guerra del Pacífico entre Perú, Bolivia y Chile (1879-1883), es el referente al viaje del Presidente del Perú Mariano Ignacio Prado, en diciembre de 1879 (la guerra había comenzado el 5 de abril de 1879). Muchos lo han presentado como una cobarde huida, llegando incluso a hablarse de que no sólo fue huida cobarde sino que Prado aprovechó del escape para llevarse dinero del Estado peruano. Los historiadores más serenos, más desapasionados, más objetivos, como son el caso de Jorge Basadre, Percy Cayo Córdova y César Arias Quincot, para poner sólo tres ejemplos, concluyen que dicho viaje en plena guerra y en la crítica situación que se encontraba el Perú, fue totalmente desacertado e impolítico. Basadre escribe en su «Historia de la República del Perú»(Lima, 1969, tomo VIII) «La historia independiente no puede menos que censurar el viaje de Prado».Percy Cayo Córdova, en su trabajo «La Guerra con Chile» (Historia del Perú. Perú Republicano tomo VII, Editorial Juan Mejía Baca 1981) escribe: «Acertado o no, el juicio de la historia mayoritariamente se ha inclinado por censurar acremente la actitud del presidente y auque la página final de tal juicio puede quedar por escribirse,…» Y César Arias en su «Historia Política del Perú. Siglos XIX – XX (En: «Compendio Histórico del Perú. Historia Política y Económica del Perú (1820-1998); Madrid, 1998; tomo VII), escribe: «…el presidente Prado tomó la trágica decisión de embarcarse rumbo a EEUU para, con su presencia, activar las gestiones para lograr que el país recibiera esos barcos de guerra. La decisión fue lamentable e irresponsable, porque, dada la naturaleza de nuestra vida política, caracterizada por instituciones débiles, la presencia física del mandatario era vital para mantener la estabilidad política. Además, como la mayoría de la opinión pública desconocía este problema, la actitud del presidente fue entendida como una «fuga» que lindaba con la «traición»»
En cuanto a la acusación de que Prado se llevó dinero, Basadre escribe: «La versión de que Prado se llevó consigo el dinero destinado a la compra de nuevos barcos es calumniosa». Felipe Portocarrero Suárez en su obra «El Imperio Prado:1890-1970» (Lima, 1995) muy bien señala que «…ese viaje fue vivido por el país como un episodio traumático que envolvió a la población en un profundo sentimiento de abandono y desmoralización, agudizado todavía más por la cercana pérdida del Huáscar. » Y más adelante continúa Portocarrero: «Cuando el general Mariano Ignacio Prado y Ochoa viajó fuera del país en las dramáticas circunstancias bélicas en que lo hizo, desencadenó «sospechas inquisitoriales» entre sus contemporáneos. Estos últimos sintieron su partida como una fuga vergonzosa, como una evasión de sus responsabilidades producto del temor y la cobardía difícilmente excusables en un militar y, menos aún, en quien había sido depositario del fervor popular y tenido como héroe (se refiere a su actuación en su papel en la lucha contra España en 1866, que llevó incluso a la formación de una Cuádruple Alianza conformada por Perú, Ecuador, Bolivia y Chile).
Felipe Portocarrero ha analizado, en la obra que hemos mencionado, el «complejo reparativo» que debió actuar en los descendientes de M.I. Prado (su hijo Manuel Prado y Ugarteche llegó a ser presidente del Perú en dos oportunidades: de 1939 a 1945 y de 1956 a 1962), los cuales llegaron a crear un poderoso imperio económico, el denominado Imperio Prado, estudiado por Felipe Portocarrero y desde otra óptica por Dennis L. Gilbert en su obra «La oligarquía peruana: historia de tres familias» (Lima,1982)
Ahora sí estamos en condiciones de poder entender con claridad la aparición de documentos apócrifos con relación al período de la guerra del Pacífico. Esos documentos tenían (he aquí una semejanza con los documentos presentados por Colombres) un único objetivo: justificar la salida, del territorio peruano, que hizo el Presidente Prado, falsificándose misivas en las cuales personajes como Miguel Grau, Andrés A. Cáceres, Francisco García Calderón y Lizardo Montero, aparecían aconsejándole al Presidente Prado viajar a Europa. En una supuesta carta de Cáceres a Francisco García Calderón, fechada desde Arica a 8 de noviembre de 1879, leemos: «Un sentimiento patriótico me impulsa a dirigirle estas breves palabras de acuerdo con Montero, para pedirle animar al Presidente Prado a un viaje a Europa a conseguir los refuerzos de material de guerra que el Perú necesitará mañana para hacer frente quizá a una larga campaña con Chile». Y en una pretendida carta nada menos que de Miguel Grau dirigida a Lizardo Montero, fechada desde Iquique el 22 de mayo de 1879, leemos:
» …En reciente correspondencia de Lima, me impongo de las dificultades de los emisarios peruanos en Europa para comprar barcos de guerra. Se me dice que sus gestiones no inspiran confianza y que se pide con urgencia la presencia del Presidente Prado para garantizar los préstamos y obtener los armamentos de mar y tierra que exige la guerra.
Yo te ruego hablar con el Presidente Prado y mostrarle esta carta. Es el momento de asumir una situación, ahora que Chile después de perder la Esmeralda necesita tiempo para reponerse.
Así como los buques chilenos me han buscado inútilmente desde el 5 de abril que estalló la guerra y al encontrarme han sufrido un golpe fatal, puedo perfectamente seguir dando la impresión de estar perdido en el mar y mientras tanto dejar el Pacífico y marchar a Europa con el Presidente Prado, con el fin de que firme los empréstitos el Perú y regresar con barcos que sirvan para ponernos en igualdad de fuerzas con Chile».

En otra supuesta carta de Grau, suscrita desde Arica y con fecha 26 de mayo de 1879, dirigida a Francisco García Calderón, le dice: «…le ruego hablar con el Presidente Prado y decidirlo a viajar a Europa conmigo en el Huáscar sin que el enemigo sospeche, para negociar los empréstitos y regresar con los armamentos y los buques que necesitamos para vencer a Chile»
Otra de las cartas apócrifas es la de Lizardo Montero al Presidente Prado, fechada en Cajamarca el 18 de junio de 1879 y donde le dice: «Permítame le haga llegar la carta que me remite para Ud. Miguel Grau. Yo comparto con él sus opiniones, …»
Lo que vemos claramente en este affaire, es la intención de querer librar a Mariano Ignacio Prado y Ochoa de la mancha de «prófugo, ladrón y asesino de Miguel Grau», con lo que, en forma hiperbólica pero reflejando el sentir colectivo de un sector muy grande de peruanos, se llegó a caracterizarlo en un folleto publicado por vez primera en 1936, titulado ¿Puede ser un Prado Presidente del Perú?, aprovechándose la candidatura presidencial de Jorge Prado y Ugarteche, como nos lo recuerda Felipe Portocarrero. Y no se vaya a pensar que ese panfleto, donde se lanzan tan duros epítetos, fuera obra de algún dirigente político del sector popular. Se sospecha que sus autores fueron Pedro Beltrán y Manuel Mujica Gallo, dos connotados miembros de la burguesía peruana. Innegablemente esa posición tan dura se explica, como lo señala Portocarrero, porque «…el objetivo de la aparición de dicho follero era extraer dividendos políticos de corto plazo intentando apuntalar la candidatura de Manuel Vicente Villarán tras la que se encontraban José de la Riva Agüero, Pedro Beltrán y Clemente Revilla, con sus respectivos partidos, es decir, la oposición de la reacción enfrentada al candidato del Frente Nacional, Jorge Prado y Ugarteche , representante del sector más nacional de la oligarquía y también el políticamente más flexible en relación al APRA». Esta posición política tiene su correlato en el siglo XIX, porque la llamada «leyenda negra sobre la familia Prado» tuvo sus auspiciadores en los enemigos políticos de M.I. Prado, como consecuencia de la política de estatización de las salitreras de Tarapacá que realizara Prado, continuando con el proceso iniciado durante el gobierno de Manuel Pardo, el primer presidente civil del Perú.
Una pregunta que de seguro surge a estas alturas del análisis, es el referente a la identificación del Colombres Mármol peruano. El personaje es el historiador peruano Luis Humberto Delgado, uno de los más fervorosos defensores de la figura histórica de M.I. Prado. Entre otros defensores, Portocarrero nos recuerda a Pedro Irigoyen y a Federico More. Pero L. H. Delgado en su obra titulada «Guerra entre Perú y Chile – 1879″ (Lima,1965) presenta las cartas que hemos reseñado y cuyo punto medular es presentar a Grau como el de la idea del viaje del Presidente Prado, a Europa en búsqueda de armamento. Si, nada menos que «El Caballero de los Mares» (Miguel Grau) era el que sugirió al Presidente la necesidad del viaje, entonces qué se le podía reprochar a Prado. Y es por ello que algunos de sus defensores señalan que fue víctima de la adversidad, de la calumnia y de la insidia». Y el Propio Prado en su «Manifiesto del general Prado a sus ciudadanos» suscrito desde Nueva York con fecha 7 de agosto de 1880, nos dice:
«Sin buques cada día se acentuaba más la gravedad de esta situación, y era desesperante para mí resignarme a ella, si hacer de mi parte el mayor esfuerzo, el mayor sacrificio (el subrayado es nuestro) para conjurarla y dominarla.
Fue entonces cuando acogí después de larga y madura reflexión, el proyecto de salir personalmente en busca de cuanto necesitábamos como el medio más seguro, eficaz y salvador». (Ahumada, Pascual. «Guerra del Pacífico. Recopilación completa de todos los documentos oficiales,…» (Valparaíso: 1884-1891, tomo III, páginas 382 y sgtes.)

Similar a lo que ocurrió con la denominada «Carta de Lafond», en un primer momento las cartas exculpatorias de M. I. Prado no fueron objeto de reparos en cuanto a su autenticidad, o, para hablar con mayor precisión, no se le dio realmente la importancia adecuada y no hubo preocupación para someterlas a ningún tipo de análisis. Los historiadores más serios sólo preferían ignorarlas. Pero, como señala Percy Cayo, fue el eximio historiador peruano Rubén Vargas Ugarte quien las avaló como verdaderos documentos históricos, en 1971, al escribir: «Es preciso afirmar que Prado emprendió el viaje después de muchas vacilaciones y que lo alentaron a hacerlo así jefes, como Grau, Andrés A. Cáceres y Montero, como se desprende de las cartas publicadas por Luis H. Delgado en su obra: Estampas de la guerra, Perú y Chile. 1879». Vargas Ugarte, especializado en diversos temas de la historia peruana, se dedicó también a la guerra con Chile y justamente aportando documento inéditos como la Memoria del General Buendía, para lo cual utilizó el archivo de dicho personaje, y luego en su obra «Guerra con Chile. La campaña de Tacna y de Lima» hizo uso de documentos del archivo de Nicolás de Piérola. Causa extrañeza que un historiador de la calidad de Rubén Vargas Ugarte avalara los controvertidos documentos presentados por L. H. Delgado. A pesar de su larga experiencia con documentos manuscritos, fruto de sus investigaciones en gran cantidad de archivos del Perú, América y Europa, no reparó en el gran fraude, del cual si creemos que debió estar informado Luis H. Delgado.
Sin embargo cosideramos que es justo precisar que Luis Humberto Delgado era un historiador prolífico, que incluso realizó trabajos muy serios de tipo documental, como son, por ejemplo, los «Anales del Congreso del Perú».También realizó trabajos biográficos como la «Historia del general Mariano Ignacio Prado», «La obra de Francisco García Calderón», «Comentarios históricos. Miguel Grau» y su voluminosa «Historia de Antonio Miró Quesada 1875-1935» A la guerra con Chile le dedicó varios trabajos, aparte del mencionado donde aparecen los documentos apócrifos. Entre estos otros trabajos podemos mencionar «Todo el proceso de Tacna y Arica», «Tres glorias: Angamos, Arica y Zarumilla». También a la guerra con España le dedicó una obra titulada «Guerra entre el Perú y España –1866″(Lima,1965) donde también aparecen importantes documentos, la mayoría suscritos por M.I. Prado. Esto si marca una notable diferencia con E. L. Colombres Mármol (p).

Tenemos la sospecha, y lo adelantamos líneas arriba, que don Luis H. Delgado tuvo que ver con las falsificaciones, aunque no podemos estar seguro que él fuera el falsario. Lo evidente es que alguien tuvo que encargar o encargarse de la fabricación de esas misivas, las cuales serían utilizadas para tratar de vindicar la memoria de Mariano Ignacio Prado. Recordemos que Guillermo Billinghurst presidente del Perú depuesto en 1914, por un golpe de Estado en el cual participaron los hermanos Prado (Jorge y Manuel), nos cuenta el siguiente hecho: » El joven Prado en extenso y patético discurso me expuso en síntesis, lo siguiente: Que todos ellos (los amotinados) reconocían mi patriotismo, probidad y preparación para el gobierno. Que yo había equivocado, sin embargo el rumbo que debía imprimir a la política interna (lo cual no hablaba, por cierto, muy alto a favor de mi preparación) y, por último; que los hijos del expresidente Prado tenían que «vindicar la memoria de su padre»»( En: Gilbert, Dennis «La oligarquía peruana. Historia de tres familia., Lima, 1982; pp.157-158).
¿Pudo algún miembro de la familia Prado, más de medio siglo después del incidente relato en 1915 por Guillermo Billinghurst, tener un interés en terminar con el «complejo reparativo» tratando de recurrir al veredicto de la propia historia aunque fuera falseándola? No lo sabemos. Como dice Felipe Portocarrero: «Para ellos (la familia Prado), la cuestión era cómo desterrar hacia las regiones del olvido colectivo la pesada sombra del pasado. Pero, al mismo tiempo, de lo que se trataba también era de conjurar el traumatismo psíquico de la familia. Desde este punto de vista, la «pavorosa tragedia» del general Prado, como lo llamó Basadre en uno de sus últimos trabajos, nos permite comprender mejor el leit motiv que más tarde induciría a sus descendientes a reivindicar la memoria de su antepasado, a partir de su conversión en un poderoso clan familiar que reclamaba para sí el ser reconocido como un grupo económico de carácter nacional».(Portocarrero, F. Op. Cit; p.38)

Jorge Basadre señala que el archivo de Piérola estuvo en manos de su hijo Amadeo Piérola y al morir éste en manos de su esposa Consuelo, que por motivos de su religiosidad donó el citado Archivo a Rubén Vargas Ugarte, sacerdote jesuita y acucioso historiador. En las «Conversaciones. Jorge Basadre, Pablo Macera» (Lima,1974, p. 166) , Basadre expresa: «Él (Vargas Ugarte) es ahora el propietario de tan valioso tesoro. Pero la enorme cantidad de fuentes que don Nicolás recopiló y ordenó tan cuidadosa y tan pacientemente, no obstante los trajines de su vida llena de exilios y de persecuciones, es utilizado por un enemigo suyo únicamente para atacarlo».
Por allí podría encontrarse la pista para investigar la gran falsificación de misivas que presentara Luis Humberto Delgado, quien no escondía sus simpatías hacia M. I. Prado. Al igual que en el caso de San Martín, en el cual se buscaba explicar su abandono del Perú en momentos tan difíciles, presentándolo como un acto de desprendimiento total, para evitar una lucha fratricida y dejarle abierta las puertas a Bolívar, quien no lo había comprendido o no lo había querido comprender, en su intento de unir totalmente las fuerzas de los ejércitos libertadores del sur y del norte, que ellos capitaneaban, para terminar con el enemigo común: las fuerzas realistas situadas en el Perú. En el caso peruano lo que se pretendía era presentar al M.I. Prado como un personaje que intenta realizar un acto que pudo haber cambiado el curso de la guerra, porque con su viaje pretendía solucionar los impases para la compra de armamentos para el Perú. Y ello, por lo demás, era consecuencia de los consejos dados por personajes tan señeros de la historia peruana como Miguel Grau, Andrés A. Cáceres, Francisco García Calderón y Lizardo Montero. Si en el caso de los libertadores de América el personaje mezquino, egoísta, ambicioso era Simón Bolívar, en el caso peruano el personaje nefasto era nada menos que don Nicolás de Piérola y Villena.
Percy Cayo ha señalado varios factores que indican la inautenticidad de las cartas utilizadas por vez primera por L.H. Delgado. Percy Cayo escribe:

«La crítica histórica, por otra parte, no puede dejar de llamar la atención sobre otros aspectos: la redacción que difiere de la de otros escritos de nuestro gran marino (se refiere a Grau); el uso constante de letra minúscula para hincar la escritura del mes en que se datan las fechas, cuando es usual en la correspondencia de Grau el uso de mayúsculas; el uso común de tildar la preposición a, que también encontramos en otras cartas, resulta ausente en estas dos de que nos ocupamos (se refiere a las cartas enviadas por Miguel Grau a Francisco García Calderón de fechas 26 de mayo y 5 de junio de 1879); la simple comparación de las firmas del almirante con otros muchos autógrafos suyos conocidos, aportan elementos de juicio suficientes como para declarar que por lo menos estas dos cartas de don Miguel Grau a don Francisco García Calderón, deben ser consideradas apócrifas.» (Cayo, Percy «Guerra con Chile» (Barcelona; Editorial Juan Mejía Baca, 1981 tomo VII de la Historia del Perú. Perú Republicano; p. 203)

También Percy Cayo señala que esas cartas son apócrifas porque la suscrita el 26 de mayo de 1879 desde Iquique, no corresponde a la verdad porque ese día Grau se encontraba en Antofagasta. Lo propio ocurre con la del 5 de junio de 1879 suscrita desde Iquique, cuando por documentos auténticos sabemos que ese día el almirante Miguel Grau se encontraba en Mollendo.
Podemos añadir otro argumento que refuerza la apocricidad de las cartas presentadas por L.H. Delgado. Ni Mariano Ignacio Prado ni los personajes más cercanos de su entorno ( por ejemplo el Vicepresidente Luis La Puerta o su Ministro José María Quimper) en ninguno de sus documentos incontrovertibles hacen referencia que la decisión de viajar fuera sugerida por personaje alguno. Basadre al analizar la correspondencia de Prado a Montero con relación al viaje, que es la del 18 de diciembre de 1879, nos dice: «Del texto de esta carta se deduce claramente que la resolución de viajar a Europa la tomó «desde mi arribo a esta capital»» Y líneas más abajo, Basadre escribe: «Que el viaje de Prado a Europa fue proyectado por él mismo después de su regreso a Lima, aparece también en el manifiesto de José María Quimper, su ministro…». Y lo que es más grave, el ministro de Prado José María Quimper ha dejado su testimonio en el sentido de que cuando el Presidente le hizo su conocer su proyecto de viajar a Europa y los Estados Unidos, «para acelerar con su presencia y con su acción inmediata, la remisión de armamentos y la adquisición de una escuadra», él (Químper) le hizo saber su oposición al proyecto, pero sin lograra convencerlo. Químper, sin embargo, es benévolo en su juicio sobre el viaje de Prado. Quimper escribe: «Indudablemente era nobilísimo el móvil que indujo al general Prado a ausentarse del Perú; pero no fue, a mi juicio, político ni conveniente dejar el país en aquellos momentos» (Citado por: Basadre, Jorge «Historia de la república del Perú»; Lima 1969; tomo VIII, p. 178).
En la carta circular del General M. I. Prado suscrita a bordo del Paita, en Guayaquil el 22 de diciembre de 1879, tratando de explicar su «intempestiva salida de Lima» dice: «Por las últimas comunicaciones venidas de Europa, veíamos con sentimiento que, debido en gran parte a competencias y rivalidades de nuestros comisionados , nada se podía hacer ni conseguir respecto da la adquisición de buques». Aquí la explicación de su salida radica en las comunicaciones venidas de Europa».
De haber sido ciertos los consejos recibidos por Prado de parte de personajes como Grau, García Calderón, Cáceres y Montero, para que viajase a Europa para la compra de armamento, resulta inconcebible que personajes como La Puerta y Químper no lo supiesen, porque de haber tenido conocimiento de ello, hubiesen tenido que sopesar cuando le expusieron al Presidente su oposición a dicho viaje.y lo hubiesen mencionado en algún documento.

Otro punto analizado por Percy Cayo tiene que ver sobre la legalidad o ilegalidad del viaje. Casi todos los historiadores, entre ellos Jorge Basadre, reconocen que fue legal porque el decreto del 18 de diciembre que autorizaba su salida se basaba en la resolución legislativa del 9 de mayo de 1879, autorizando para que el Presidente de la República pueda mandar las fuerzas de mar y tierra, y además salir del territorio nacional, si fuese necesario. Cayo señala, sin embrago, y en ello tiene toda la razón, que los legisladores al dar dicha autorización debieron estar pensando en la posibilidad de que pudiera pasar a Bolivia o a Chile. Cayo, escribe: «El espíritu de esa autorización, indudablemente, no estuvo dirigido a que el presidente abandonara el territorio nacional como lo hizo siete meses más tarde. Mas parece haber estado, definitivamente dirigida dicha autorización al viaje al sur, que emprendería once días más tarde, a«mandar las fuerzas de mar y tierra»» (Cayo, Percy Op. Cit, p. 201). Sin embargo, consideramos que el uso que se hizo de esa autorización del mes de mayo ya en diciembre no ilegaliza el viaje, lo que no significa que pretendamos justificarlo, porque a todas luces fue una decisión totalmente impolítica y realmente sin pies ni cabeza. Hay que recordar que el propio Vice Presidente General Luis La Puerta, en carta fechada en Lima el 11 de marzo de 1880 le decía Prado: «En la noche en que Ud. se resolvió ir a Europa, le dije que podía yo montar a caballo, viviría 6 u 8 días, pues no tardaría más en estallar la revolución; me equivoqué en 2 días…» (Vargas Ugarte, R. Op. cit. p. 70). Si con esa tan seria advertencia de su propio Vicepresidente, Prado tomó la decisión de emprender viaje, a como diera lugar, tuvo y tiene que asumir la responsabilidad histórica de su actitud irreflexiva.

3. Bibliografía

Parte 1
-Academia Nacional de la Historia de Venezuela. «Cartas Apócrifas sobre la Conferencia de Guayaquil (Caracas, 1945). Contiene:

Dictamen de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela de 7 de noviembre de 1940
Lecuna, Vicente. «Refutación y mentís al libro del Sr. Colombres Mármol. Cartas apócrifas publicadas como auténticas por el Sr. E. L. Colombres Mármol, ex embajador de la Argentina en el Perú, en un libro intitulado «San Martín y Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos documentos definitivos»»
Lecuna, Vicente.»Contestación al Sr. Rómulo Carbia, defensor de las cartas apócrifas del Sr. Colombres Mármol»
Millares Carlo, Agustín. «Apocricidad de los documentos presentados por Colombres Mármol»
Dictamen de la Comisión Nacional Argentina.
Carta del Sr. José M. González Alfonso, de 15 de octubre de 1941.
– Academia Nacional de la Historia de Venezuela. «Sobre las cartas falsas de Colombres Mármol. Acuerdos de la Academia». (Boletín de la ANHV, abril-junio 1958).
-Carbia, Rómulo «San Martín y Bolívar frente al hallazgo de nuevos documentos » (Buenos Aires, 1941)
-Colombres Mármol, E. L. (p) «San Martín y Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos documentos definitivos» (Buenos Aires,1940)
-Colombres Mármol, E. L. (h). «En defensa de las discutidas cartas del general San Martín» (Buenos Aires, 1947)
-Mendoza, C. L. «Nota Editorial» (Boletín de la Academia Nacional de l Historia de Venezuela, N° 130, abril-junio 1950; pp. 139-143)
-Ortiz, Sergio E. «El Nacionalismo en la Historia» (Revista de la Sociedad Bolivariana de Venezuela; 24 de julio de 1950; pp. 215-22)
-Sayán de Vidaurre, A. ««San Martín y Bolívar en la Entrevista de Guayaquil a la luz de nuevos documentos definitivos», libro del embajador Eduardo Lástenes Colombres Mármol» (Buenos Aires, 1942)
Terán Gómez, Luis.»Crítica de un proceso» (Revista de la Sociedad Bolivariana de Venezuela; 24 de julio de 1950; pp. 223-226)
-Vargas Ugarte, Rubén «Historia General del Perú. Emancipación» (Barcelona, 1966; tomo VI).

Parte 2
-Ahumada Moreno, Pascual. «Guerra del Pacífico. Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra, que ha dado a luz la prensa de Chile, el Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia» (Valparaíso: 1884-1891)
-Arias Quincot, César «Historia Política del Perú. Siglos XIX – XX (En: «Compendio Histórico del Perú. Historia Política y Económica del Perú (1820-1998); Madrid, 1998; tomo VII)
-Basadre, Jorge «Historia de la República del Perú»(Lima,1969; tomo VIII)
-Basadre, Jorge «Bibliografía General de La Etapa Republicana» (Lima,1968)
-Basadre, Jorge «Antecedentes de la Guerra con Chile» (Barcelona; Editorial Juan Mejía Baca, 1981 tomo VII de la Historia del Perú. Perú Republicano)
– Cayo, Percy «Guerra con Chile» (Barcelona; Editorial Juan Mejía Baca, 1981 tomo VII de la Historia del Perú. Perú Republicano)
-Conversaciones. Jorge Basadre. Pablo Macera (Lima,1974)
-Delgado, Luis Humberto «Guerra entre Perú y Chile – 1879» (Lima, 1965)
-Gilbert, Dennis L. «La oligarquía peruana: historia de tres familias» (Lima, 1982)
-Portocarrero Suárez, Felipe «El Imperio Prado: 1890-1970» (Lima, 1995)
-Vargas Ugarte, Rubén «Historia General del Perú. (Lima, 1971; tomo X)
-Vargas Ugarte, Rubén. «Guerra con Chile. La campaña de Tacna y de Lima. Documentos inéditos» (Lima,1970)

Trabajo de:
Jorge G. Paredes M.
Lima-Perú
jgparedesm@yahoo.com

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