FALSIFICACIÓN DE CARTAS

ENTRE SAN MARTIN Y BOLIVAR

Analizando la problemática historiográfica en torno a la denominada Carta de Lafond, y de dicha controvertida misiva, no se conocía ninguna otra carta en la que los libertadores de América se hubiesen escrito sobre lo tratado en Guayaquil. Esto era así hasta 1940, año en el cual apareció el libro de Eduardo Lástenes Colombres Mármol (padre), titulado «San Martín y Bolívar en la entrevista de Guayaquil, a la luz de nuevos documentos definitivos». Entre estos «nuevos documentos» figuraban nada menos que misivas cursadas entre los libertadores, en las que se referían a dos aspectos de gran trascendencia. Uno de ellos era el referente al problema político generado en torno al destino de Guayaquil, que habiendo proclamado su independencia el 9 de octubre de 1820 había dejado pendiente su incorporación a Perú o a Colombia e incluso la posibilidad de constituirse en un estado independiente, pero que Bolívar zanjó, manu militari, el 13 de julio de 1822, al decidir la incorporación del territorio de Guayaquil a Colombia. Y el otro tópico era el concerniente a lo que ellos trataron en sus conferencias realizadas en la ciudad de Guayaquil, los días 26 y 27 de julio de 1822.

Entre esas misivas, presentadas no sólo como «nuevos documentos» sino «como definitivos», reseñaremos las siguientes:

a) Misiva de Bolívar a San Martín, fechada en Cali a 29 de enero de 1822. En esta carta Bolívar le señala a San Martín los derechos de Colombia sobre Guayaquil, pero le expresa que ambos pueden solucionar el problema.

b) Misiva de Bolívar a San Martín, fecha en Guayaquil a 25 de agosto de 1822. En ésta le señala la inconveniencia de los regímenes personalistas; arguye la conveniencia de adoptar su sistema de la Confederación General, que lo compara al de los Estados Unidos. Le expresa que la unión de sus ejércitos se podría llevar a cabo, siempre y cuando el Perú se comprometiese a hacerse cargo del aspecto económico de la campaña.

c) San Martín a Bolívar, fechada en Lima a 10 de setiembre de 1822. Ésta es contestación a la que recibió del libertador caraqueño con fecha 25 de agosto. El Protector del Perú le comunica que él no podría reconocer la soberanía de Colombia sobre Guayaquil, estando esta provincia bajo el protectorado del Perú. Le anuncia su renuncia ante el Congreso.

d) Bolívar a San Martín, fechada desde Cuenca a 27 de setiembre de 1822. Constituye respuesta a la enviada por San Martín el 10 de setiembre. Bolívar le transmite a San Martín su lamento por la renuncia que ha hecho del gobierno del Perú. Asimismo le manifiesta lamentar mucho el que no se hubiese aceptado su propuesta de la unión de los dos ejércitos, lo cual se lo había expresado en la misiva del 25 de agosto.

Además de estas misivas aparecía otra de San Martín a Bolívar, fechada desde Bruselas el 28 de mayo de 1827; de Bolívar a Santander, de Sucre a Santander, de Sucre a Bolívar y de éste a Sucre.

La polvareda que vino a levantar el hallazgo y publicación de estos supuestos documentos suscritos por San Martín, Bolívar y otros personajes de aquella época, vinculados a la Entrevista de Guayaquil, constituye uno de los sucesos más raros de la historiografía americana.

Al poco tiempo de circular la mencionada obra de E..L. Colombres Mármol, la Academia Nacional de la Historia de Venezuela y el renombrado historiador venezolano don Vicente Lecuna, impugnaron como apócrifos todos los presuntos «nuevos documentos» que aportaba la obra de Colombres Mármol.

Como el caso ameritaba una investigación muy seria, los mencionados documentos fueron analizados, con suma meticulosidad, por una Comisión Nacional Argentina, la cual concluyó por pronunciarse en el mismo sentido que la de su par, la venezolana. Debemos señalar que durante la investigación realizada en Argentina, don Ricardo Levene, prestigioso historiador, presidente de la Academia de la Historia de Argentina y asimismo presidente de la comisión especial para el estudio de los documentos cuestionados, recibió una carta del Sr. José M. González Alfonso, suscrita en Buenos Aires el 15 de octubre de 1941, en la cual, el mencionado personaje, se reconocía como el verdadero autor de la obra que E. L. Colombres Mármol había publicado sobre la entrevista de Guayaquil, con los documentos ahora probadamente apócrifos, de conformidad con las conclusiones de las Academias Nacionales de la Historia de Venezuela Argentina.

El eximio historiador peruano Rubén Vargas Ugarte, comentando sobre el problema del verdadero autor de la cuestionada obra y asimismo sobre la procedencia de los documentos que ella pretendía aportar, como nuevos y definitivos, para solucionar los «enigmas» de la entrevista de Guayaquil, nos dice:

«Tuvimos ocasión de conocer al primero, (se refiere a Colombres Mármol) cuando estaba en Lima de Embajador de su país y por lo poco que le tratamos nos persuadimos que sus conocimientos en historia no pasaban de lo vulgar. Por desdicha, el señor Colombres, víctima de un traficante inescrupuloso, se prestó a darle la mano para que saliese del país la valiosa documentación, propiedad del Estado (se refiere al estado peruano), que custodiaba Emilio Gutiérrez de Quintanilla, Director del Museo Nacional, a quien se había encomendado la tarea de reunir los materiales para la obra «La Acción Peruana en la Independencia». Esos documentos reunidos en más de treinta tomos en folio salieron del país (Perú) subrepticiamente y fueron luego puestos a la venta en Buenos Aires»(Vargas Ugarte, R «Historia General del Perú», tomo VI, pp. 227-228, infra).

¿Cómo llegaron a manos del Sr. Colombres Mármol los controvertidos (en realidad apócrifos) documentos?. El propio embajador nada dijo al respecto e incluso creó todo un gran misterio en torno a la obtención de esos materiales. La defensa acerca de la autenticidad de los mencionados documentos correría a cargo del reconocido historiador argentino don Rómulo Carbia, que había sido nada menos que el encargado del prólogo de la obra. Carbia también echó luces sobre la procedencia de la documentación, señalando que los documentos pertenecían al archivo de Gutiérrez de Quintanilla. Rómulo Carbia incluso llegó a publicar una obra titulada «San Martín y Bolívar frente al hallazgo de nuevos documentos», donde defendió la autenticidad de los impugnados documentos, esgrimiendo algunos argumentos que pretendían rebatir la demoledora crítica de don Vicente Lecuna.

Pero quien más ha aportado para dilucidar acerca de la obtención de los documentos ha sido E. L. Colombres Mármol (hijo), el cual publicó una obra titulada «En defensa de las discutidas cartas del general San Martín». Señala Colombres Mármol (h), que desempeñándose su padre como Embajador en el Perú, llegó a saber y conocer de la existencia de una gran cantidad de documentos sobre la etapa separatista, existentes en el archivo del historiador peruano Emilio Gutiérrez de Quintanilla. A comienzos de 1939 llegó a Buenos Aires el Sr. Fernando Gutiérrez de Quintanilla, llevando consigo varios miles de manuscritos. El gobierno argentino, informado de esto, designó una comisión especial para que, previo minucioso análisis, dictaminara el valor de los mismos y de considerarse importantes y convenir a las partes, adquirirlos para que fueran incorporarlos a los archivos argentinos. Esta comisión estuvo integrada por R. Levene, Presidente, .A. C. Escobar, C. De Estrada, E. L Colombres Mármol(p), R. J. Cárcamo, R. Zavala, E. Ravignani y F. Best. El Sr. Fernando Gutiérrez de Quintanilla puso a disposición de dicha comisión seis mil documentos. Entre tanto, en Lima, el encargado de analizar los restantes manuscritos de la familia Gutiérrez de Quintanilla fue el señor César Galdós Vergara. Fue este señor Galdós el que informó haber hallado treinta documentos vinculados al año 1822 y a la entrevista de Guayaquil. La comisión argentina mencionada consideró que dentro de este grupo de treinta documentos, solo dieciocho eran realmente importantes.

El porqué fue el señor Colombres Mármol y no otra persona la que utilizara los documentos en cuestión, se explica por el hecho de que el mencionado personaje había pagado, de su propio peculio, el cincuenta por ciento del valor de los documentos y es por ello, que con el debido permiso de la familia Gutiérrez de Quintanilla comenzó a preparar o hacer preparar un trabajo sobre la entrevista de Guayaquil, obra que vería la luz en 1940, con el título ya mencionado de «San Martín y Bolívar en la entrevista de Guayaquil, a la luz de nuevos documentos definitivos». Colombres Mármol llegaba a las siguientes conclusiones, en base a dichos «novísimos y trascendentales documentos», con relación a la entrevista de los libertadores.

a) No hubo acuerdo entre San Martín y Bolívar, ni en el fondo ni en la forma.

b) San Martín, consultado sobre la anexión colombiana de Guayaquil consumada por Bolívar, la desconoció de plano y ratificó después su disconformidad en carta posterior a la entrevista.

c) Aceptó, en nombre del Perú, incondicionalmente la ayuda ofrecida por Colombia, si este estado tomaba a su cargo la parte correspondiente a la financiación de la campaña.

d) San Martín se condenó voluntariamente al ostracismo, sacrificando el prestigio y la gloria de su carrera militar en aras de la paz y de la libertad, así como para evitar una guerra fratricida.

e) Las leyendas forjadas en torno de la entrevista de Guayaquil se desvanecen por completo, imponiéndose el desahucio de multitud de historias improvisadas, carentes de seriedad y consistencia científica, así como el reajuste crítico indispensable en otras, aquellas en las cuales la exaltación del héroe o el encono han tergiversado la verdad.

El libro de Colombres Mármol causó un gran impacto en el ámbito historiográfico americano, no tanto por el enfoque en sí que presenta la obra sobre la conferencia de Guayaquil, sino por el aparato documental sobre el cual se había elaborado. El diplomático argentino llegó a rodear de tanto misterio el hallazgo de los documentos , que incluso llegó expresar que había sido obra de la providencia el que dichos documentos llegasen a sus manos.

Los historiadores venezolanos tomaron el asunto con cierta inquietud y un gran escepticismo, aunque se debe reconocer que lo hicieron con mucha seriedad y espíritu crítico. El mismo año de la publicación del novedoso libro de Colombres Mármol, la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, con fecha 7 de noviembre de 1940, emitió un informe, rubricado C. L. Mendoza, P. M. Arcaya, Mons. Nicolás E. Navarro y Lucía L. de Pérez Díaz, en el cual se dictaminaba que los documentos incluidos en la obra de Colombres Mármol eran apócrifos. El dictamen consideraba que los siguientes factores demostraba fehacientemente su inautenticidad.

a) Carácter acientífico al referir el hallazgo de los manuscritos.

b) Todas las cartas, curiosamente, persiguen un solo fin: demostrar la autenticidad de la carta de 29 de agosto de 1822.

c) Existen diferencias graves en el lenguaje escrito de las misivas atribuidas a Bolívar y Sucre.

d) Las cartas atribuidas a Bolívar contienen graves contradicciones con las ideas manifestadas por él, en otros documentos de esa misma época.

e) En la carta atribuida a Bolívar de 25 de agosto de 1822, el Libertador hace referencia a «la República de Francia», cuando en aquel momento gobernaba el rey Luis XVIII.

f) Se atribuye a Bolívar una misiva suscrita en Cali, a 29 de enero de 1822. Sin embargo para esa fecha Bolívar no se encontraba en Cali sino en Popayán.

g) En una carta atribuida a Sucre, de 9 de diciembre de 1824, aparece este personaje dándole la noticia de la victoria de Ayacucho a Santander. Se sabe, por carta auténtica de Sucre a Santander, de 13 de diciembre del mismo año, que fue en esa carta (la del 13 de diciembre) que Sucre por vez primera le escribía a Santander dándole la noticia del triunfo obtenido en Ayacucho.

h) En la carta atribuida a Bolívar y dirigida a Santander, de 13 de octubre de 1822, se hace referencia a la Gran Colombia, cuando en aquel tiempo nadie utilizaba dicha denominación.

i) La impugnada misiva de Bolívar a Sucre, de 7 de noviembre de 1824, no termina con la frase de rutina: «Dios guarde a V.S. muchos años» como era de rigor, sino con un «Señor General» antes de la firma, fórmula empleada, en aquella época, sólo de inferior a superior. Asimismo, en esta misiva se antepone al nombre de Sucre la palabra «Don», cuando el Libertador nunca usaba dicho término al dirigirse a sus generales colombianos. También aparece la fórmula U.S.(abreviatura de Usía), que no era utilizada por la secretaría de Bolívar, la cual empleaba la fórmula V.S. (Vuestra Señoría). Sólo en copias y reproducciones suele, a veces, utilizarse la primer abreviatura mencionada.

El eximio bolivarista don Vicente Lecuna hizo un estudio acucioso de los documentos cuestionados, llegando la conclusión de que eran apócrifos. En realidad hay que reconocer, que fue don Vicente Lecuna quien cerró en forma definitiva el problema de los documentos dados a conocer por Colombres Mármol, pues son tantos los elementos esgrimidos por él, y de las más diversas índoles, que ya no queda la menor duda acerca de la apocricidad de los mismos y son ya muy pocos los historiadores que se atreven a sostener lo contrario, porque ello implicaría tener que responder todas las críticas hechas por Lecuna, y que, como veremos, son, casi sin temor a equivocarnos, definitivas. La propia Comisión especial argentina encargada de estudiar los controvertidos documentos, dictaminó, con fecha 1 de noviembre de 1941, que ellos eran apócrifos.

Pasemos una breve revista a todos los factores señalados por don Vicente Lecuna que prueban, en forma definitiva, la inautenticidad de los manuscritos utilizados por Colombres Mármol:

a) La carta de Bolívar a San Martín de 29 de enero de 1822 aparece suscrita en Cali, cuando en aquella fecha Bolívar se encontraba en Popayán.

Carbia intentó contrarrestar este argumento diciendo que en realidad en el manuscrito existe una rayita debajo de la parte ovalada del 9, (cosa que no se podía apreciaren la reproducción),lo cual significaría que la carta fue realmente del 21 de enero, fecha en la que aún Bolívar se encontraba en Cali. Carbia nos dice que la Secretaría de Bolívar no debió despachar la carta en aquella oportunidad, terminando por llevarla a Popayán, por lo que allí se enmendó la fecha.

Lecuna, por su parte, replicó en el sentido de que dicha supuesta enmienda era inadmisible en una carta dirigida a una autoridad de la investidura de don José de San Martín, Protector del Perú.

b) En esta misma misiva de 29 de enero se escribe «Calí», cuando en aquellos tiempos se escribía «Caly».

c) En la misiva de Bolívar a San Martín de 25 de agosto de 1822, Bolívar aparece citando como modelo de su «Confederación General» a los Estados Unidos de Norteamérica, cuando bien se sabe que él nunca pensó de tal manera.

d) En esta misma carta, Bolívar ofrece su alianza al Perú, cuando ya existía dicha alianza, la cual había quedado materializada con el tratado de 6 de julio de 1822.

e) Bolívar (siempre en esta misiva) habla de la República de Francia, siendo como era en esa época una monarquía.

f) Entre la carta de Bolívar de 25 de agosto y la respuesta a ella dada por San Martín, el 10 de setiembre, sólo existe un periodo de apenas 16 días, cuando en aquella época de Guayaquil a Lima se empleaba casi un mes de viaje..

g) En la pretendida misiva del Libertador al Protector de 27 de setiembre de 1822, aparece insistiendo que el Congreso del Perú debe reconocer la soberanía de Colombia sobre Guayaquil. Bolívar nunca solicitó dicho reconocimiento.

h) En la misiva dirigida a Santander de 13 de octubre de 1822, Bolívar usa el término Gran Colombia, cuando en esa época nadie utilizaba dicho concepto.

i) En la carta de Bolívar a Sucre de 7 de noviembre de 1824 no figura la fórmula sacramental «Dios guarde a V.S. muchos años», sino «Señor General», expresión esta última utilizada de inferior a superior.

j) En la misiva mencionada en el párrafo anterior se utiliza el término «don», cuando se sabe que Bolívar no lo utilizaba al dirigirse a sus generales colombiano. El Libertador, en carta dirigida a su amigo Vicente Rocafuerte, con fecha 10 de enero de 1821, le dice: «No le pongo sus títulos porque no sé cuales son y con el Don estamos peleados».

k) Sucre, en la pretendida misiva de 9 de diciembre de 1824, se dirige a Santander con la fórmula V.E. y a la vez «Mi querido general y amigo», forma empleada sólo en cartas privadas y no en notas o comunicaciones oficiales, donde se utilizaba la fórmula V.E. Sucre no incurrió nunca en semejante mezcolanza.

l) Es inverosímil que Sucre escribiera a Santander el 9 de diciembre, en pleno campo de batalla, mientras que a Bolívar lo hiciera al día siguiente. Por otra parte, se conoce la carta auténtica de Sucre a Santander de 13 de diciembre de 1824 en la cual recién le comunica sobre la victoria obtenida en los campos de Ayacucho.

m) Sucre al dirigirse a Bolívar en la misiva del 26 de marzo de 1827 emplea la fórmula V.E., cuando ella no se utilizaba en cartas privadas. Además le aplica el desterrado «Don». Asimismo se utiliza el vocablo «bolivariano», totalmente moderno, cuando en aquella época solo se utilizaba «boliviano». Y, para remate, se emplea el título «Libertador y Presidente», cundo se utilizaba «Libertador Presidente»

n) San Martín, desde Bruselas, con fecha 28 de mayo de 1827, aparece dando consejos a Bolívar para que no estableciese la Confederación Boliviana, cuando ya (y esto desde octubre de 1826) había desistido de dicho sistema.

ñ) En cinco firmas de los facsímiles reproducidos por Colombres Mármol (p), el nombre íntegro de Simón Bolívar tiene matemáticamente el mismo tamaño y las rúbricas son idénticas.

o) En las pretendidas firmas de Bolívar no figura el punto sobre la letra «i» de la palabra Simón y aparece la palabra Bolívar acentuada, cuando en aquella época no se a acentuaba y solo se ponía un punto sobre la «i».Rómulo Carbia intentó rebatir a Lecuna, argumentando que el punto sobre la «i» de Simón si existían en los manuscritos, aunque no aparecía en los facsímiles, debido a su tamaño reducido. En cuanto al acento en la «i» de Bolívar, Carbia señalaba que realmente era un punto con forma de acento. Vicente Lecuna le replicó que ello resultaba un elemento más a favor de la apocricidad, puesto que si bien es cierto que en algunas de sus firmas Bolívar pusiera el punto ancho, por la violencia al asentar la pluma, siempre éste aparece horizontal en las firmas auténticas y nunca vertical como en las apócrifas.

p) Las letras de las cartas apócrifas no pertenecen a ninguno de los amanuenses de que Bolívar se servía en aquella época para la escritura de su correspondencia oficial y privada, es decir de su secretario J. G. Pérez y de los amanuenses Juan Santana y José Domingo Espinar.

q) El Libertador escribía sus oficios en papel grande, llamado florete, de oficio, de 30 a 31 cm de largo por 20 a 21 cm de ancho, milímetros más, milímetros menos, puesto que había variedad en las diversas resmas. Por otra parte, hacía su correspondencia personal en papel carta, cuyas dimensiones, en el año 1822, variaba según los bloques, de 23 por 18 cm y de 25 por 20 cm y los usaba sin ningún membrete o con el membrete «República de Colombia» y parte de la fecha impresa. Los oficios, en general, llevaban membrete, lo mismo que las cartas dirigidas a personajes o gobiernos extranjeros. Ahora bien, las cartas y oficios apócrifos están todos extendidos en papel grande, florete, sin encabezamiento, incluso los que aparecen dirigidos al General San Martín. La razón de que ello ocurra así, en los documentos apócrifos, se debe a que en los archivos de la época abundan hojas y pliegos en blanco de papel florete, por lo tanto fácil de extraer y ser utilizados para la falsificación. En cambio no existe, en blanco, papel tamaño carta ni papel timbrado de Colombia, por lo que a los falsificadores no los les quedó otra alternativa que usar solo papel florete para todos tipo de documento.

r) Toda la correspondencia auténtica de Sucre está escrita de su puño y letra, a excepción de aquella redactada durante los meses que tuvo el brazo derecho inutilizado, a consecuencia de la herida recibida en el motín del 18 de abril de 1828, en Chuquisaca. La carta presentada por Colombres dirigida por Sucre a Santander, de 9 de noviembre de 1824, está escrita por amanuense. Por otra parte, Sucre escribía en papel carta de 26,2 cm por 20,3 cm. La carta apócrifa señalada está extendía en papel grande de 31,5 cm por 21 cm.

s) La proclama auténtica de Simón Bolívar de 13 de julio de 1822, reproducida por Colombres Mármol (p), en la cual aparece la misma letra que la de los documentos apócrifos, pretendía presentar un documento auténtico, pero con letra de los falsificadores. Aún más, se sabe que en esa fecha había imprenta en Guayaquil, por lo cual es seguro que ella no circuló en forma manuscrita. Jerónimo Espejo, argentino, en su obra titulada «Recuerdos Históricos» asegura que dicha proclama circuló impresa.

t) De ser auténticos los documentos presentados por Colombres Mármol (p), lo lógico sería que todos o por lo menos algunos de esos documentos debían encontrarse en los archivos de los personajes a quienes fueron dirigidas, pero ello no es así y ello es una prueba contundente de su apocricidad.

u) El perito calígrafo, Sr. ÁNGEL DE LUCA , miembro de la Comisión oficial nombrada por el poder ejecutivo de Argentina para dictaminar sobre los cuestionados documentos, señaló que ellos eran apócrifos.

Decíamos, al comenzar este breve trabajo, que este fraude constituye uno de los sucesos más raros de la historiografía americana. La conclusión a la cual se ha llegado es definitiva: la documentación presentada por Colombres Mármol era apócrifa. La otra conclusión, que se deriva fundamentalmente de los análisis hecho por los historiadores venezolanos y muy especialmente por don Vicente Lecuna, es que esta masiva falsificación de documentos pretendía un fin en concreto: querer probar la autenticidad de la llamada Carta de Lafond. Si esa era la finalidad de la falsificación, el móvil para ello fue, sin lugar a dudas, el falso nacionalismo. Es innegable que las figuras de San Martín y Bolívar han creado, en torno de ellos, el muy estudiado culto al héroe. Es fácil darse cuenta de los enfoques nacionalistas de los historiadores venezolanos, colombianos,

ecuatorianos y argentinos cuando tienen que tratar acerca de estos dos personajes. E incluso entre otras nacionalidades, como la peruana por ejemplo, se nota aún los sesgos sanmartinianos o bolivaristas de algunos historiadores de la etapa separatista.

Queremos insistir en cómo el deseo de querer presentar una historia que refleje las simpatías hacia un personaje en desmedro de otro u otros, pueden llevar a falsificaciones como la analizada. En la historia peruana hay un caso similar, aunque no ha tenido la trascendencia del caso de los libertadores de América, por las razones obvias de ser un hecho que corresponde a una historia interna y de un hecho más o menos anecdótico. Brevemente expondré el caso peruano para que se pueda comprender las similitudes con el affaire Colombres.