BORRADOS, AGREGADOS Y/O TESTADOS

Recopilado y condensado por

Jorge Marti

Al respecto diremos que para hacer desaparecer una inscripción, se emplean dos procedimientos bien distintos:

Por un lado el raspado que borra la escritura por el desgaste mecánico de la capa de papel que le sirve de soporte.

Y por otro, el lavado, que ataca químicamente el trazo de tinta, cuyos componentes se transforman convirtiéndolos en incoloros.

El lavado y el raspado pueden emplearse indistintamente en los escritos en tinta líquida ordinaria y en los redactados con bolígrafos, pero sólo el raspado es utilizable para borrar los escritos en lápiz, pues el grafito es prácticamente inatacable, y las substancias capaces de actuar sobre él atacarían el papel con mayor rapidez.

A veces el falsificador se contenta con suprimir una mención, pero, en otros casos, “va” mas lejos y substituye la inscripción primitiva por otra nueva que le es más favorable. La importancia de la alteración es muy variable: puede estar muy localizada – y no afectar, por ejemplo, más que a una porción de una cifra – o, por el contrario, ser muy extensa. Se citan casos en que el falsificador ha hecho desaparecer todo el texto primitivo y escrito a mano o a máquina otro nuevo, conservando la firma intacta.

La supresión no tiene necesariamente un origen fraudulento. Puede haberla hecho el mismo que ha escrito el documento, en el curso de la redacción, y siempre hay que considerar esta posibilidad antes de pensar en una falsificación.

Un trabajo cuidadoso suele ser invisible en condiciones normales de observación, es decir, cuando el lector examina el documento de frente. Así puede permanecer ignorados numerosos fraudes, que jamás serán descubiertos si la atención del lector o del examinador no se ve espoleada por esta eventualidad; a partir de este momento, la falsedad se manifiesta de un modo evidente.

Ya se trate de un lavado o de un raspado, el perito se enfrenta con la necesidad de descubrir y delimitar exactamente las zonas alteradas.

En el caso del raspado, para quitar mecánicamente la tinta y su soporte, el falsificador utiliza un raspador, una hoja de afeitar o de navaja, o bien una goma. Los primeros instrumentos permiten un trabajo muy preciso y muy localizado, pero requieren cierta habilidad. La goma, más fácil de usar , permite una acción más superficial y más engañosa, pero menos localizada.

Por esto el falsificador recurre con preferencia a uno u otro de esos instrumentos, según el caso.

Podemos decir que el raspado es un fraude grosero. En efecto, se reconoce a menudo con gran facilidad y sin necesidad de ningún aparato.

El raspado es detectado por la alteración del soporte, manifestada en:

Aspecto del papel: Si la hoja que sirve de soporte a la escritura es delgada, resiste mal la acción profunda de la goma o del raspador. Pierde localmente su rigidez primitiva y toma un aspecto abombado u ondulado muy particular y visible en ambas caras del papel.

Brillo del papel: Haciendo reflejar la luz en la superficie del documento, la zona alterada aparece deslucida y su aspecto mate se destaca claramente del satinado normal del papel. Este modo de examen, muy sensible, permite descubrir las borraduras ligeras, efectuadas en los escritos trazados con lápiz muy blando, que no pueden verse por ningún otro procedimiento.

Surco de la escritura: Una escritura con bolígrafo o con lápiz de punta lo bastante dura imprime en el papel un surco que aguanta perfectamente la goma y resiste bastante bien la acción del raspador. Esta huella es visible en el anverso del documento, pero se distingue mucho más fácilmente en el dorso.

Transparencia del papel: La pérdida de materia de la hoja se traduce necesariamente en un aumento local de su transparencia, tanto más marcada ésta cuanto más enérgica sea la acción de raspado.

Estado de la superficie del papel: Los papeles que se utilizan para la escritura están siempre más o menos encolado, sin lo cual la tinta fluida penetraría profundamente en el papel e incluso formaría una mancha como en el papel secante. El apresto realizado aglomera y aplana las fibras de la superficie del papel, formando una capa perfectamente homogénea. El raspado rompe esta armonía primera y desprende y levanta las fibras, que se erizan en todos los sentidos.

Empleo de polvos colorantes: El raspado puede también descubrirse mediante polvos de los habitualmente utilizados para la busca de huellas dactilares en el papel, se deposita una pulgarada de polvo sobre la hoja y, mediante una serie de golpecitos, se le hace pasar sucesivamente por toda la superficie de papel. El colorante se adhiere indistintamente a las manchas de dedos, a las huellas y a las raspaduras, pero su simple aspecto permite distinguir fácilmente la maniobra realizada. También pueden utilizarse vapores de yodo.

Aspecto de la adición: Una escritura trazada sobre un raspado muestra a menudo un aspecto muy particular. En efecto la cola del papel ha desaparecido, al menos parcialmente, y la tinta se comporta en el lugar del raspado, y salvando las proporciones, como sobre un papel secante: tiende a extenderse lateralmente y a penetrar en la masa. El trazo es entonces más ancho y más irregular, presenta en ambos lados una serie de dientes y es, de momento, más rico en color. En casos excepcionales, la tinta se filtra hasta el dorso de la hoja.

Para el caso del lavado, si este es reciente, en general, este resulta invisible en circunstancias normales, pero a menudo, con el tiempo, el papel adquiere un tono amarillo muy característico, y el fraude se convierte en evidente.

La substancia empleada para el lavado ataca generalmente la cola del documento y desprende parcialmente las fibras superficiales, que se erizan como en los raspados, pero de un modo menos claro. La transparencia del papel aumenta también localmente, pero aquí el fenómeno también es menos visible que en el raspado. Los polvos colorantes o los vapores de yodo dan también resultados positivos. Pero generalmente es preferible demostrar el lavado por un método que le sea específico y no común a los dos procedimientos de supresión.

A tales efectos es de sobra suficiente el examen del documento con la lámpara de WOOD, y una fotografía de fluorescencia proporciona una prueba material, objetiva e indiscutible de las observaciones del perito. La substancia del lavado actúa indistintamente sobre el trazo de tinta y sobre toda la superficie del papel en que ha sido aplicada. Transforma la celulosa en oxicelulosa, mucho más fluorescente que aquélla. De éste modo, la lámpara de Wood delimita exactamente el lugar del fraude.

Generalmente, se reconoce con bastante facilidad la escritura sobre un lavado.

En primer lugar, es muy raro que los dos tipos de escritura tengan el mismo tono y la misma intensidad. Este fenómeno es ya inevitable en los casos de interlineación, como veremos más adelante. Pero aquí intervienen dos factores complementarios para aumentar las diferencias. En primer lugar, la alteración de la cola, al hacer más absorbente el papel, da lugar a un trazo más fuerte de color. Y, al contrario, los restos de bisulfito que pueden quedar en el papel tienden a decolorar –a menudo en notables proporciones- la tinta del añadido. Pero el indicio más característico del lavado no es el tono o la intensidad del rasgo de tinta, sino su aspecto peculiar: irregular y con un dentado mayor y más marcado que en los casos de raspado.

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