Consideraciones sobre Autofasilficación o Automodificación

Si bien los autores, López Peña y Guzman, enderezan sus apreciaciones hacia la autofalsificación o automodificación consciente, al decir del primero y falsificación por disimulo o autofalsificación consciente, según el segundo, cuando se realizan cuerpos de escritura tendientes a que su autor no sea identificado, el primero, a fs. 81 de su obra conjunta con Eduardo D. Casa, La prueba pericial caligráfica, incluyen la siguiente frase:

“…La firma se autofalsifica, normalmente, cuando se quiere dejar la salida fraudulenta de negar la propia intervención en un documento.”

Por su parte Guzman en El peritaje caligráfico, Ed. LaRocca 1994 al respecto dice:

“Las variantes o procedimientos de enmascaramiento son numerosos: alterar alguno o varios de los elementos del grafismo (el disimulo de todos es teóricamente imposible); cambiar el asentamiento del elemento escritor,…

“El análisis de cuales son los elementos que con carácter de automatismo se presentan en el escrito cuestionado, así como la observación de otros ajenos a la cultura y capacidad gráfica del sospechado, para luego cotejarlos con los escritos auténticos, permitirán esclarecer la maniobra y su autoría”.

Queda así acreditada la posibilidad de que el supuesto enmascaramiento de la firma pueda ocurrir.

También el ex-calígrafo oficial d. Héctor Jorge Petersen en su libro “Memorias de un Judicial” página 109, dá cabida a la existencia de esta alternativa pericial cuando allí expresa:

“ Debo aclarar aquí, que entre todos los aspectos que comprende la peritación caligráfica, uno de los más complejos es la determinación de automodificación o autosimulación, es decir, la deformación o alteración intencional de la propia firma (o escritura de textos), con el propósito de negar después su autoría y eludir cualquier obligación que emanara de la misma. Y debido a que las automodificaciones son realizadas, en general, por personas de elevada capacidad ejecutiva, es que su descubrimiento resulta pericialmente difícil y las posibilidades de éxito dependen de las características de la grafía simulada”.

Ya en 1969, el Inspector General Roberto Albarracin, – en su momento Director de investigaciones de la Policía Federal, en su “Manual de Criminalística” Ed. Policial, , en el Capitulo XIV, Falsificación y adulteración de documentos manuscritos, investigación de laboratorio, a fs. 332: punto 4 “Variaciones de la escritura por causas voluntarias:

a) despersonalización de los trazos (disimulación) para rehuir obligaciones;

b) la Anonimografía”: sus características”(sic) ; en cuatro puntos.

El primero es el relativo a la obtención de cuerpos de escrituras, por el cual el mismo resulta inidóneo, ante la eventual distorsión voluntaria por parte del compareciente, calificación a la que se opone, López Peña, cuando considera, entiendo que acertadamente, que es minúsculo el grado de oportunidades en que nos encontramos ante cuerpos de escrituras en los cuales el compareciente logra alterar de tal modo su gesto gráfico-sico-motor variándolo hasta tornar identificable su patrón grafical genético.

El segundo, sería el proceso por el cual alguien grafica rasgos para que no le sean adjudicados pericialmente.

El tercero y cuarto no hacen a la presente labor.
Como puede observarse a través de la lectura de la bibliografía referida los autores mencionados tienen a la automodificación voluntaria de firmas como requerimiento pericial evaluable; con mayores o menores dificultades técnicas, sujeto a la determinación de correspondencia autoral a través de la presencia de elementos homólogos que por la calidad y cantidad de sus constitutivos llevarán a vincular, autoralmente, al productor del grupo dubitado, con el autor del cuerpo de escritura base de referencia.

Personalmente el suscripto, estima que, el imitador, intenta otorgar a los rasgos que quiere hacer pasar por genuinos: similitud externa, es decir, que de alguna manera tratará de otorgar al conjunto un parecido global que haga que la “autógrafa” – ilegítima – cumpla, a los ojos de quien la examine en ese carácter, su condición de “auténtica” cuando en realidad no lo es.

Obviamente, bajo la óptica pericial, las diferencias intrínsecas detectables a través de la capacidad y conocimiento técnico del experto, permitirán determinar las irregularidades constructivas y facultarle para emitir en consecuencia.

La técnica se basa en el criterio pericial caligráfico: y es que, aún bajo el manto deformativo, los aspectos intrínsecos surgen inevitablemente.

Ello es también así cuando alguien trata, como se expuso anteriormente, de tornar irreconocible la fisonomía externa de grafías que le son propias.

En efecto, puede ser que se produzcan modificaciones sustanciales en ese campo del análisis pericial, sin embargo, íntimamente, e incididas por ese mismo voluntarismo deformante, en algunos gestos (cuanto más grafías más posibilidades de verificarlos) se detectarán señales que llevan en sí, la impronta que su autor no alcanzó a ocultar bajo el disímil aspecto externo.

Colaboración de:
Juan Carlos Beiroa
Calígrafo Público Nacional

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