Historia de la Moneda y el Dinero

 

 

 

Investigación y elaboración a cargo de Martín A. Cagliani

Estudiante de Antropología Arqueológica

e Historia en la Facultad de Filosofía y Letras

de la Universidad de Buenos Aires.

Victoria, Buenos Aires

Argentina.

bigoc@hotmail.com

Ya en el año 1100 a.C. circulaban en China miniaturas de cuchillos de bronce, hachas y otras herramientas utilizadas para reemplazar a las herramientas verdaderas que servían de medio de cambio. Las monedas hechas con una aleación de oro y plata aparecieron por primera vez en el siglo VI a.C. en el distrito de Lidia, en Asia Menor, que era en aquella época un importante país industrial y comercial. Este dinero era genuinamente dinero material, cuyo valor venía determinado por su contenido en metales preciosos. Las monedas proliferaron rápidamente en todos los países desarrollados del mundo. Tanto los monarcas como los aristócratas, las ciudades y las instituciones empezaron a acuñar dinero con su sello identificativo para certificar la autenticidad del valor metálico de la moneda.

Algunas de las primeras monedas tenían una composición muy estable, como es el caso del dracma emitido en Atenas en el siglo VI a.C. y cuya composición era bastante estable, con un contenido en torno a los 65-67 granos de plata fina, o como la redonda qian moneda china de cobre aparecida en el siglo IV y que se mantuvo como moneda oficial durante dos mil años. Sin embargo, las monedas siempre se limaban o recortaban para sacar el metal precioso que contenían, por lo que las autoridades que las emitían estaban tentadas a rebajar la acuñación asegurándose beneficios a corto plazo al reducir el contenido de metales preciosos. Las monedas de baja calidad de bronce o cobre eran, de hecho, dinero fiduciario, cuyo valor dependía principalmente del número de monedas de oro o cobre por las que se podían intercambiar. Las monedas de oro y plata solían circular fuera del país que las emitía dado su valor intrínseco; así, el peso de plata español, cuyo material provenía de las minas del Perú y de México, se convirtió en una moneda de uso corriente en China a partir del siglo XVI.

Una vez creadas, las monedas originaron un sistema monetario cuyas características han permanecido, en esencia, constantes durante milenios; uno de los cambios que ha perdurado fue la introducción, en las monedas europeas del siglo XVII, de las ranuras en los bordes con el fin de evitar que se limasen. El papel moneda fue introducido por primera vez en China, en torno al siglo IX, como dinero en efectivo intercambiable por certificados emitidos para el gobierno de la dinastía Tang por los bancos privados. Respaldado por la potente autoridad del Estado chino, este dinero conservaba su valor en todo el imperio, evitando así la necesidad de transportar la pesada plata. Convertido en monopolio del Estado bajo la dinastía Song, el papel moneda ha pervivido durante toda la historia china a pesar de las perturbaciones causadas por los cambios políticos y de que la emisión del papel moneda no estaba respaldada ni por plata ni por otras reservas. El problema de la depreciación hizo que, a partir de entonces, se mantuviera la plata como patrón de cambio chino para las transacciones importantes. El papel moneda apareció por primera vez en Occidente en el siglo XVI, cuando se empezaron a emitir pagarés por parte de los bancos para respaldar los depósitos monetarios de sus clientes. Estos medios de cambio proliferaron y las autoridades coloniales francesas de Canadá utilizaban cartas de juego firmadas por el gobernador como promesa de pago desde 1685, ya que el envío de dinero desde Francia era muy lento.

El papel moneda se fue haciendo popular a lo largo del siglo XVIII, pero seguía siendo dinero crediticio que se emitía para respaldar los depósitos de oro o plata. El dinero fiduciario, cuando surgió, era normalmente una medida de urgencia para tiempos de guerra, como los papiros (greenback) americanos. Los bancos privados fueron sustituidos paulatinamente por bancos centrales como autoridades emisoras de papel moneda. A finales del siglo XIX la caída del valor del oro acarreó la creación de un patrón oro internacional en el que todas las monedas podían intercambiarse por oro, y el valor del dinero (más que los precios) estaba fijado por la paridad de la moneda con el oro. Casi todos los gobiernos suspendieron la convertibilidad de sus monedas durante la I Guerra Mundial, perdiéndose todo el interés por volver a introducir el patrón oro internacional tras la Gran Depresión. Gran Bretaña abandonó el patrón oro en 1931, y la transformación de las monedas mundiales a dinero fiduciario con valores fijados totalmente por la demanda del mercado culminó con el abandono de la vinculación del dólar estadounidense en 1971.

Antes de la aparición de las monedas, el comercio se llevaba a cabo mediante el intercambio de bienes (trueque) o utilizando lingotes de oro y plata. Este sistema resultaba poco práctico porque era necesario pesar y evaluar la calidad del metal, en cada intercambio se establecía el valor de los lingotes, por lo que se dificultaba el crecimiento del comercio y la industria. La invención del sistema de acuñación de monedas, cuyo valor era siempre el mismo, resolvió los inconvenientes anteriores. Con la caída —en el siglo IX— del imperio de Carlomagno, el emperador católico, desapareció el sistema de acuñación centralizado en Europa. Durante la edad media se acuñaban distintas monedas en los cientos de pequeños feudos, de forma que los distintos señores feudales, reyes y nobles, emitían cada uno una moneda distinta sin tener en cuenta ni el interés general ni lo que acuñaban los demás. La aparición del papel moneda en la China de la dinastía Tang en el siglo IX marcó un hito en la historia monetaria. Al principio, el papel moneda lo emitían bancos privados hasta que, en el siglo XI, bajo la dinastía Song, se convirtió en un monopolio estatal. No obstante, durante mucho tiempo, en Europa el papel moneda lo emitía cada banco, respaldando sus emisiones con sus reservas de oro y plata. No fue hasta mucho más tarde, con la aparición de los bancos centrales, cuando el papel moneda empezó a emitirse con el respaldo del gobierno central de cada país.

La aparición de los Estados centralizados modernos posibilitó la homogeneización de la acuñación de monedas en grandes áreas. Sin embargo, existían numerosas excepciones. Por ejemplo, durante el siglo XVI España y Portugal crearon casas de la moneda independientes en Sudamérica y América Central para acuñar el oro y la plata que importaban de sus colonias del Nuevo Mundo. En Japón, durante la época Tokugawa, cada daimio podía emitir sus propias unidades monetarias. Sólo se ha conseguido uniformar la acuñación de monedas en la actualidad.

La mayoría de los países disponen ahora de una Casa de la Moneda única, aunque la creación de dinero puede depender de varias instituciones. Por ejemplo, aunque la creación de dinero en España depende únicamente del Banco de España, las monedas las acuña el Tesoro, en la Casa Real de la Moneda, y los billetes los emite el Banco de España directamente. Otros países no tienen Casa de la Moneda propia, pero contratan el servicio en exclusiva con otra de otro país. Esto puede deberse a razones técnicas (que no se tenga la tecnología suficiente) o por razones políticas, cuando la demanda de dinero nacional no justifica una oferta independiente que resultaría enormemente cara, o porque la moneda nacional no tenga credibilidad, como ha ocurrido en algunos países de América Latina que utilizan el dólar estadounidense como sistema de valor de equivalencia, aunque imprimen moneda nacional en sus propias Casas de la Moneda o bancos centrales.

La Casa de la Moneda suele encargarse de retirar de la circulación el dinero antiguo y de poner en circulación nuevas monedas y billetes, destruyendo los antiguos y refundiendo las monedas viejas. Muchas también realizan otro tipo de actividades, como es la refundición de metales preciosos, el diseño de grabados de alta calidad o la creación de medallas y monedas de colección.

La Moneda en España

La acuñación de moneda en la península Ibérica se remonta al siglo III a.C.

La universal utilización y demanda de monedas de oro y plata se debe a que satisfacían perfectamente las necesidades de un sistema monetario práctico mejor que cualquier otro artículo. Estos metales preciosos, limitados y con altos costes de extracción, siempre tuvieron una elevada equivalencia en mercancías. El alto valor de cambio del oro y la plata significaba que el volumen físico de una cantidad de valor muy elevada es mínimo, lo que contribuía a facilitar el transporte y almacenaje, y aumentaba su utilización en el comercio internacional o entre regiones muy distantes. Para su mejor conservación comenzaron a hacerse aleaciones con otros metales, así, la ley de una moneda es la proporción de metal precioso que contiene en relación con su peso total. Junto a las monedas de oro o plata se desarrollaron las de metal vil, como el cobre, cuya aleación con plata recibirá el nombre de vellón. Naturalmente, el vellón era una moneda cuya validez se limitaba, en principio, al territorio en que era acuñado. Entre diversos países se utilizaba exclusivamente la moneda de oro o plata, lo mismo que ocurría, dentro de un mismo reino o territorio, cuando se trataba de cantidades importantes. Las monedas de vellón dominaban en cambio las transacciones menudas, que eran las habituales entre la población.

La existencia de dos tipos básicos de moneda: la de metal precioso y el vellón, compuesto fundamentalmente de un metal vil, como era el cobre, hacía que, mientras las monedas de oro o plata, con independencia de su valor de cambio, se aceptaban por su valor intrínseco, las de vellón se cambiaban con las otras en la medida en que la cantidad circulante no fuera excesiva y la ley de las monedas de vellón se mantuviera estable. Si no ocurría así y se acuñaba mucho mas vellón o se reducía su cantidad de plata, o su peso, tales monedas se depreciaban en relación con las otras, y aparecía el llamado ‘premio’ o cantidad adicional que el poseedor de moneda de oro o plata exigía por cambiarla por las vellón. Desde la baja edad media, con los comienzos del capitalismo, comenzaron a utilizarse medios de pago no monetarios, como las letras de cambio, que en las grandes transacciones mercantiles evitaban el transporte continuo de oro o plata y los riesgos inherentes al mismo.

Durante la alta edad media, y debido a su economía primordialmente autárquica, apenas hubo circulación monetaria. La evolución hacia una economía de carácter comercial permitió el desarrollo de los intercambios, lo que exigió una mayor acuñación de metales preciosos.

Durante los siglos VIII y IX la circulación monetaria fue escasa. Los reyes asturleoneses no hicieron acuñaciones propias y en los condados catalanes se adoptó el sistema monetario Carolingio basado en la plata. A partir del siglo XI, el desarrollo económico que se produjo en los reinos cristianos peninsulares, al igual que ocurrió en toda Europa, permitió un incremento de las actividades comerciales y la utilización de la moneda como medio de pago comenzó a ser frecuente. Además, la sustitución del califato de Córdoba en 1031 por los reinos de taifas facilitó a los reinos cristianos un sistema de explotación financiera basado en las parias, tributos que pagaban los musulmanes en moneda de oro (dinares o metcales) y de plata (dirhemes). A partir de este momento todos los príncipes hispanocristianos comenzaron a acuñar moneda propia.

En Castilla y León el sistema monetario utilizado se inspiró en el de al–Andalus. Alfonso VI fue probablemente el primer rey que acuñó moneda propia. Este monarca fundó una ceca o casa de la moneda en Toledo y otra en León, donde se acuñaba moneda regis o denarios regis, moneda de vellón acuñada con la plata procedente de las parias musulmanas mezclada con una cierta cantidad de cobre. Sin embargo, lo normal era imitar la moneda musulmana, de forma que durante este reinado circularon también los dirhemes de plata. Aunque la acuñación de moneda era un derecho regio, algunos grandes señores como el obispo de Santiago, Diego Gelmírez, obtuvieron por privilegio del rey en 1107 el derecho de acuñación.

A partir de la cuarta década del siglo XII el papel del oro almorávide fue decisivo. El sistema monetario musulmán, basado en el oro, fue el que se adoptó en Castilla y León, donde el dinar almorávide fue la base del sistema monetario cristiano. Fue Alfonso VIII quien a partir de 1172 acuñó la primera moneda de oro autóctona castellana, el maravedí de oro, que imitaba los dinares almorávides. También durante el siglo XII continuó la acuñación de dineros de vellón, lo cual facilitó la utilización de la moneda por un mayor número de individuos.

Durante el siglo XIII, el maravedí de oro dejó de acuñarse y fue Fernando III el Santo el que emitió una nueva moneda de oro, la dobla o castellano, basado en el dinar acuñado por los almohades. A partir de este momento, el maravedí de oro se convirtió en moneda de cuenta o imaginaria, y la dobla fue la pieza básica del sistema castellano. Esta moneda se acuñó abundantemente durante los siglos XIV y XV con una calidad excelente, llegando a equivaler en 1480 a cuatrocientos ochenta maravedís. Por su parte, desde el siglo XIII los intercambios menores se realizaron con moneda de vellón o con monedas acuñadas en plata. Con este último metal Alfonso VIII acuñó pepiones y Fernando III los llamados ‘dineros burgaleses’. Alfonso X el Sabio, en un intento de mejorar su situación financiera, acuñó en plata el ‘maravedí blanco’ y en vellón los llamados ‘dineros prietos’ y ‘dineros alfonsíes’. Pedro I intentó convertir la plata en patrón del sistema monetario y acuñó el ‘real’. Enrique III emitió la ‘blanca’, moneda de vellón de la que existieron numerosas variantes.

En definitiva, durante los siglos XIII y XIV no hubo escasez de metales preciosos, aunque ello no impidió una inestabilidad monetaria, sobre todo entre 1252 y 1286 a consecuencia de la conquista andaluza, lo que provoco fuertes devaluaciones monetarias. Desde 1350 hasta los Reyes Católicos, el sistema monetario en la Corona de Castilla se basó en las doblas (oro), reales (plata) y las diversas monedas de vellón.

En el ámbito navarro y catalanoaragonés se adoptó el sistema carolingio basado en el monometalismo de la plata. La unión de Navarra y Aragón en 1076 incrementó la percepción de las parias procedentes de los musulmanes y aumentó la circulación monetaria. Durante los siglos XI y XII la unidad de cuenta fue el ‘sueldo’, mientras que se usó como moneda efectiva el denario o dinero. El oro se acuñó esporádicamente en Barcelona con los condes Berenguer Ramón I y Ramón Berenguer I, recibiendo el nombre de ‘mancus’.

La apertura de los comerciantes catalanes hacia el Mediterráneo necesitaba de una moneda fuerte. Fue Jaime I el Conquistador quien acuñó en plata el ‘denario grossos’ o ‘gros’, que equivalía a doce denarios y medio. Inspirado en esta moneda, Pedro III acuñó un nuevo dinero cuya marca característica era una cruz y que se conocía como el ‘croat’. El croat fue el símbolo monetario de un período de brillantez económica, pero pronto fue necesario introducir el oro en el sistema monetario catalán y emplear una moneda aceptada en los circuitos comerciales mediterráneos. Por ello, Pedro IV cambió el patrón plata por el oro y acuñó el ‘florín de oro’, que imitaba la moneda de Florencia. Las crisis de la segunda mitad del siglo XIV provocaron numerosas devaluaciones de dicha moneda, por lo que la burguesía catalana volvió a recuperar su confianza en el croat, revaluándose la plata. Durante el siglo XV lo más característico de estos núcleos orientales de la península Ibérica fue la fuga de moneda de oro y plata al extranjero, junto con una invasión de moneda francesa, fundamentalmente escudos y blancas.

Con los Reyes Católicos se inició la homogeneización del sistema monetario peninsular, a partir del modelo aportado por la economía mas fuerte: la de la Corona de Castilla. Cada uno de los reinos no castellanos continuó teniendo sus monedas. Pero en 1497 el patrón básico del sistema se fijó en torno al ‘excelente’ (de oro y llamado ducado desde 1504), el real (plata) y la blanca (vellón). La unidad de cuenta castellana, el maravedí, establecía la relación entre los diferentes tipos de monedas: el ducado valía 375 maravedís, el real 34 y la blanca 2’5. A partir de tales equivalencias, se acuñaron monedas diversas: de dos, cuatro o mas ducados; los reales y sus múltiplos —el mayor de los cuales era el real de a ocho— o fracciones, como los medios reales; y otra serie de monedas de vellón. En 1535 se introdujo una nueva moneda de oro de menos peso y ley que el ducado, con la finalidad de igualar la moneda de oro castellana con la de otros países y evitar su fuga al exterior. Dicha moneda fue el ‘escudo’ o ‘corona’ (350 maravedís), con lo que el ducado dejó de acuñarse y se convirtió en moneda de cuenta. Los Reyes Católicos fijaron un límite máximo a la cantidad de vellón circulante, con lo que establecieron un sistema estable, que funcionó prácticamente durante todo el siglo XVI.

La acuñación de oro o plata era libre. La Corona fijaba el peso, ley y valor de las monedas, y cualquier particular podía acudir a las diversas cecas existentes en Castilla y acuñar su oro o plata, de la misma forma que podía hacer fundir sus monedas y utilizar dichos metales preciosos para cualquier otro fin. A medida que avanza el siglo XVI, la plata, que llegaba en cantidades crecientes, principalmente de las minas de Potosí (Bolivia), fue imponiéndose como moneda de metal precioso mas utilizada, mientras que el oro redujo su circulación. Centrándonos en Castilla, desde mediados del siglo XVI, la situación monetaria se caracterizó por una inflación importante, lo que incentivó la exportación de metales preciosos. La Corona realizó múltiples esfuerzos para impedir la salida de metales preciosos del reino. No obstante, dichos intentos fueron inútiles, y la plata americana se dispersó rápidamente por toda Europa.

Entre las causas de este proceso destacaban las siguientes. La abundancia de metal en Castilla incidía en que el valor de la plata, expresado en bienes, fuese muy inferior al resto de Europa, por lo que aquí los precios eran muy superiores, lo que favorecía las importaciones y dificultaba las exportaciones de productos, y así el metal salía para hacer frente a los pagos del déficit. Al mismo tiempo, la propia infravaloración del metal en España respecto de cómo corría en las plazas extranjeras, favorecía directamente su salida hacia otros países (pues las cecas aplicaban tarifas muy bajas y el contenido de metal fino en las monedas castellanas era superior al de las extranjeras). A todo ello se añadían las licencias de exportación que la Corona concedió a los prestamistas extranjeros, de quienes dependía financieramente, y la enorme salida de remesas monetarias para financiar la política internacional y los continuos enfrentamientos bélicos. En ese contexto, las bancarrotas oficiales fueron frecuentes.

En el siglo XVII se agravó la situación. Al conocido como ‘siglo de la plata’ siguió una reducción de su cantidad y la consiguiente carestía de la misma, además de utilizarse, sobre todo, para saldar el déficit crónico de la balanza de pagos. Las necesidades dinerarias llevaron a la Corona a abusar de las acuñaciones de vellón, con las que obtenía un beneficio inmediato, gracias a la reducción de su peso y a la eliminación de la plata que existía en el vellón anterior. Fue ‘la era del cobre’. Lógicamente, el ‘premio’ de la plata aumentó, pero este metal precioso seguía huyendo, puesto que la paridad oro-plata castellana seguía siendo más alta que la francesa o inglesa. Esta situación de penuria y desorden monetario, que duró hasta la década de 1680, nacía de la crisis crónica de la Hacienda durante el gobierno de los Austrias.

Durante el siglo XVIII no hubo novedades importantes en el sistema, aunque aparecieron nuevas monedas y correlaciones entre ellas. Los Borbones trataron de estabilizar el sistema monetario español, pero la tendencia inflacionista de la segunda mitad del siglo provocó las devaluaciones carolinas y la rebaja del contenido de metal fino y de la ley de las nuevas monedas. Sin embargo, tuvo una mayor trascendencia la abundante emisión de papel moneda, en forma de títulos de deuda pública (los vales reales) y la creación del Banco de San Carlos en 1782.

En el siglo XIX aparece por primera vez un sistema monetario español. El comienzo del siglo se caracteriza por el mantenimiento de las unidades monetarias anteriores, a las que se unía la circulación de monedas inglesas o francesas. En 1848, se implantó el sistema decimal; las unidades serían el doblón o centén isabelino de oro (igual a 100 reales o 10 escudos de plata); el medio duro de plata (10 reales o un escudo), el duro (20 reales), la peseta (4 reales), la media peseta y el real, así como una serie de monedas menores de cobre. Por decreto de 1854, se extinguió la unidad de cuenta tradicional: el maravedí, y se estableció como unidad efectiva el real, dividido en 100 partes o céntimos.

Finalmente, el sistema monetario español, bajo el influjo de la Convención Monetaria Latina (1865) consumó este proceso de simplificación en 1868 con el Decreto Figuerola, que fijó como unidad la peseta de plata de 100 céntimos, sobre la que habría varias monedas múltiplos, en oro y plata, y otra serie de ellas fraccionarias, las menores de las cuales eran de bronce, de 10, 5, 2 y 1 céntimo. En 1874 se concedió el monopolio de emisión al Banco de España.

A partir de esta fecha se consolida el sistema monetario base del actual, el cual se verá afectado por las fluctuaciones del sistema monetario internacional. En el siglo XX han ido desapareciendo las monedas hechas con metal precioso para utilizarse metales de escaso valor, como el níquel, el cobre o el aluminio. Dicha evolución, unida al desarrollo del papel moneda para los valores mas altos, se basa en la existencia a escala internacional de un patrón oro, cuyos depósitos en el banco emisor de cada país respaldan la moneda circulante.

Gran Bretaña

La Libra es la unidad monetaria del Reino Unido, representada por el símbolo £. Basándose en su contenido en oro, la libra, representada por una moneda de oro, el soberano, contiene 113,001 granos, o 7,32238 gramos, de oro puro. Debido a la posición que tradicionalmente ha tenido el Reino Unido en el comercio mundial, y como principal centro financiero y de banca internacional, la libra ha sido una de las principales unidades monetarias o divisa utilizada a escala internacional. La expresión de «área esterlina» o «zona esterlina» se refiere a aquellos países que pertenecieron al imperio británico, o pertenecen a la Commonwealth, o países cuyo comercio exterior se realiza con el Reino Unido, y por lo tanto mantienen muchas libras esterlinas en reservas.

En la historia, el término libra y libra esterlina apareció en la Bretaña anglosajona en el siglo VIII cuando la principal unidad monetaria, denominada «esterlina» se hizo equivalente a 1/240 de una libra de plata y 240 esterlinas se conocían bajo el nombre de «una libra de esterlinas». La libra se pudo convertir en plata hasta el año 1717, siendo sustituida por oro por el gobierno británico. En 1797 el gobierno abandonó el patrón oro durante las guerras napoleónicas; el patrón oro fue restaurado en 1816; se abandonó de nuevo este sistema durante la I Guerra Mundial, y se volvió a restaurar en 1925, para abandonarlo definitivamente en 1931. Los intentos de mantener un tipo de cambio fijo de la libra esterlina con otras monedas fracasaron por primera vez en 1972, cuando los acuerdos monetarios derivados de la Conferencia de Bretton Woods dejaron de ser efectivos, y de nuevo en 1992 cuando la libra esterlina abandonó el Sistema Monetario Europeo de la Unión Europea. En la actualidad, su valor se fija mediante el mecanismo de la oferta y demanda.

El 15 de febrero de 1971, la equivalencia de la libra pasó al sistema decimal, y en vez de dividirse en 20 chelines se dividió en cien peniques, reemplazándose los chelines y peniques tradicionales utilizados desde el siglo XI y durante la época anglonormanda.

América Latina

Debido a la inestabilidad política y económica imperante en Latinoamérica, la historia de sus monedas es tortuosa, por los frecuentes cambios de denominación y valor, como se puede apreciar en el siguiente análisis por países, en el que se destacan los cambios más importantes, ante la imposibilidad de citarlos todos. También hay que significar que, en algunos países, es corriente la aceptación del dólar estadounidense como medio de pago.

Argentina

En Argentina se utilizaba por tradición el peso argentino hasta 1985, año en que, debido a la creciente inflación, el presidente Raúl Alfonsín creó el austral para sustituir al peso. Pero, debido a que las tensiones inflacionistas no desaparecieron, el 1 de enero de 1992 el nuevo presidente, Carlos Saúl Menem, volvió a sustituir el austral por el peso, con una equivalencia de un peso nuevo por 10.000 australes. El peso nuevo equivalía, a partir de entonces, a un dólar estadounidense. El peso se divide en 100 centavos, circulando monedas de uno, cinco, 10, 20 y 50 centavos y de uno, cinco, 10, 50 y 100 pesos, así como billetes (desde 1987) de uno, cinco, 10, 50, 100, 500, 5.000 y 10.000 pesos.

Bolivia

Desde el 1 de enero de 1963 se puso en circulación el peso boliviano, en sustitución de la antigua moneda, el boliviano, con una equivalencia de un peso boliviano por 1.000 bolivianos. El boliviano dejó de tener curso legal a partir del 1 de enero de 1965. El peso se subdivide en 100 centavos, emitiéndose billetes de uno, cinco, 10, 20, 50 y 100 bolivianos y, a partir de 1975, de 250, y 500 bolivianos. Su símbolo, $b., se antepone al valor.

Colombia

El peso colombiano se divide en 100 centavos. Circulan monedas por valor de 10, 20 y 50 centavos y de un peso. Los billetes en circulación son de uno, dos, cinco, 10, 20, 50, 100 y 500 pesos, aunque, debido a las fuertes devaluaciones que sufre la moneda de Colombia, estos valores han variado con frecuencia, y siguen estando sujetos a múltiples cambios.

Costa Rica

La unidad monetaria de Costa Rica es el colón, que se divide en 100 céntimos. Circulan monedas de cinco, 10, 25 y 50 céntimos y de uno y dos colones. Los billetes son de cinco, 10, 20, 50, 100, 500 y 1.000 colones.

Cuba

En Cuba la unidad monetaria se denomina peso, y se divide en 100 centavos. Circulan monedas de cobre-níquel de uno, cinco, 20 y 40 centavos, y billetes de uno, cinco, 10, 20 y 50 pesos. Debido a la particular situación política cubana y al embargo estadounidense, en Cuba existe un importantísimo mercado negro que funciona con dólares estadounidenses, a un tipo de cambio muy superior al oficial.

Chile

En 1975 se sustituyó el escudo (que en 1960 había reemplazado al antiguo peso chileno) por el peso chileno, equivaliendo un peso a 1.000 escudos. En la actualidad circulan monedas de uno, cinco, 10, 50 y 100 pesos, así como billetes de 500, 1.000 y 5.000 pesos.

Ecuador

La unidad monetaria en Ecuador es el sucre, que se divide en 100 centavos. Circulan monedas de 10, 20, y 50 centavos, así como de un sucre. Los billetes son de cinco, 10, 20, 50, 100, 500 y 1.000 sucres.

Guatemala

En Guatemala circula el quetzal, creado en 1925 para sustituir al peso guatemalteco. Se divide en centavos, circulando monedas de uno, cinco, 10, y 25 centavos, y billetes de medio, uno, cinco, 10, 20 y 100 quetzales.

Honduras

Desde 1931 circula en Honduras el lempira, unidad monetaria que se divide en 100 centavos. Circulan monedas de plata de un lempira y 20 y 50 centavos, monedas de cobre-níquel de 10 y cinco centavos, y monedas de cobre-cinc-estaño de uno y dos centavos. Los billetes en circulación son de uno, cinco, 10, 20 y 100 lempiras.

Nicaragua

La moneda oficial de Nicaragua es el córdoba, del que circulan monedas de uno, 25 y 50 centavos, y billetes de cinco, 25, 50, 100, 500 y 1.000 córdobas.

Panamá

La unidad monetaria de Panamá es el balboa, que se divide en 100 céntimos. No existe una emisión de balboas en papel moneda. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el dólar estadounidense circula en el país con poder liberatorio total. Se acuñan monedas de plata de uno, medio, cuarto y un décimo de balboa, monedas de cobre de un céntimo y de cobre-níquel de cinco céntimos.

Paraguay

La moneda oficial de Paraguay se denomina guaraní. Circulan monedas de 50, 100 y 200 guaraníes, y billetes de 500, 1.000, 5.000 y 10.000 guaraníes.

Perú

En Perú circula el sol, que se divide en 100 céntimos. Circulan monedas de cinco, 10, 20 y 50 céntimos, así como de uno, dos, y cinco nuevos soles (el nuevo sol se creó a principios de la década de 1990 debido a la fuerte depreciación del antiguo y a las enormes tensiones inflacionistas). Los billetes en circulación son de 10, 20, 50 y 100 nuevos soles.

México

El peso mexicano está dividido en 100 centavos. En México circulan monedas de uno, cinco, 10, 20 y 50 centavos y de uno, cinco, 10, 25 y 100 pesos. Los billetes en circulación son de cinco, 10, 20, 50, 100, 500 y 1.000 pesos.

República Dominicana

En la República Dominicana se estableció en 1947 el peso oro, para sustituir al dólar oro estadounidense que circulaba desde 1897. Ambas monedas se mantuvieron al mismo tiempo en circulación hasta 1960. El peso está dividido en 100 centavos. Circulan monedas de 10, 25 y 50 centavos y de un peso. Los billetes van de uno a 100 pesos.

El Salvador

En El Salvador circula el colón, que se divide en 100 centavos, de los cuales circulan monedas fraccionarias de uno, tres, 5, 10, 25 y 50 centavos. Los billetes son de uno, dos, cinco, 25 y 100 colones.

Uruguay

El peso uruguayo se divide en 100 centésimos, y fue sustituido en 1975 por el nuevo peso, a razón de un nuevo peso por 1.000 antiguos. Circulan monedas de uno, dos, cinco, 10, 20 y 50 centésimos, y de uno y cinco pesos, y billetes de cinco, 10, 50, 100, 150 y 1.000 nuevos pesos.

Venezuela

La unidad monetaria de Venezuela, denominada bolívar, se divide en 100 céntimos, y existe desde 1823. Existen, aunque con poca circulación, monedas de oro de 10, 20 y 100 bolívares, así como monedas de plata de cinco, dos, uno, medio y cuarto de bolívar, y monedas de cobre-níquel de 12,5 y cinco céntimos. Los billetes son de 10, 20, 50, 100 y 500 bolívares.

El Dólar

Dólar, denominación de varias monedas en vigor en diversos lugares de Europa, África, Asia, Oceanía y en el hemisferio occidental. Es la unidad de cuenta de los sistemas monetarios de Australia, Canadá, Hong Kong, Nueva Zelanda, Singapur, Estados Unidos y otros países. El término dólar proviene del alemán Daler o Taler, abreviatura de joachimsthaler, nombre de una moneda de plata que llevaba impresa la efigie de San Joaquín, acuñada por primera vez (1519) en lo que hoy es Alemania. Con posterioridad, se acuñó una gran moneda de oro en España denominada peso duro que fue muy utilizada en las colonias españolas e inglesas del Nuevo Mundo.

Dólar australiano

Australia adoptó el sistema decimal para sus monedas en 1966, reemplazando el anterior sistema imperial británico de la libra esterlina. El dólar australiano se divide en cien céntimos.

Dólar canadiense

Canadá adoptó el sistema decimal para sus monedas en 1867. Dólares, céntimos y milésimas fueron definidos para ejercer de moneda oficial canadiense: un dólar de 2,58 gramos de oro sería el valor normal de la moneda oficial.

Dólar neozelandés

La ley sobre la Moneda Decimal de 1964 sancionó el sistema decimal en Nueva Zelanda que entró en vigor en 1967, sustituyendo a la libra neozelandesa. El dólar neozelandés está dividido también en cien céntimos.

Dólar estadounidense

Tras la guerra de la Independencia de Estados Unidos, el Congreso Continental adoptó el sistema decimal. Los primeros dólares estadounidenses se acuñaron en Filadelfia, por el Gobierno federal, en 1794, tras aprobarse la ley Monetaria de 1792. Esta ley establecía dos patrones de valor: un dólar de plata que contenía 371,25 gramos de plata pura y un dólar de oro que contenía 24,75 gramos de oro puro. El dólar de oro, que era muy pequeño, sólo circuló entre 1849 y 1889. A lo largo de la historia se ha revisado varias veces la proporción de oro y plata contenida en los dólares.

Una ley del Congreso de 1900 fijó el dólar de oro como patrón monetario de Estados Unidos, estableciendo también el valor del papel moneda de uso legal en función del valor de la moneda de oro. Hasta 1934, el papel moneda estaba respaldado por las monedas de oro o plata: se podían intercambiar los billetes por monedas fabricadas con oro o con plata. Tras la aprobación de la ley de las Reservas de Oro de 1934, el contenido de las monedas se redujo a 13,71 gramos; todas las monedas de oro y todos los billetes respaldados por oro, salvo los de los coleccionistas, fueron retirados de la circulación a cambio de otras monedas con el mismo valor facial, pero con menor valor real; la acuñación de monedas de oro se suprimió. En aquel entonces, había en circulación en torno a 311 millones de dólares en monedas de oro. Desde entonces, los dólares en circulación, tanto billetes como monedas, han sido fiduciarios: su valor viene dado por su poder adquisitivo, y no por su valor de intercambio por metales preciosos. El dólar estadounidense, desde que se aprobó la ley de Reservas de Oro, ha sufrido varias devaluaciones. Durante la década de los setenta el valor del dólar cayó en relación con otras monedas más estables, mientras que el valor del oro aumentaba. La recuperación económica estadounidense de principios de la década de los ochenta cambió esta tendencia. Sin embargo, en 1986 se intentó reducir el enorme déficit comercial estadounidense devaluando el dólar frente a otras monedas, un proceso que tuvo un enorme éxito frente al marco y al yen.

Los dólares de plata siguieron en circulación hasta 1965, fecha en que estuvieron a punto de desaparecer porque su valor facial era muy inferior a su contenido en plata. A principios de 1975, se permitió que los estadounidenses tuvieran, compraran y vendieran oro como cualquier otro bien, pero las monedas de oro no circulaban como dinero.

El dólar es la primera moneda de reserva internacional, aunque existen claros signos de decadencia desde 1990. Hoy, más del 60% de las reservas de divisas mundiales se conservan en dólares, y más de la mitad de la riqueza privada mundial; más de dos tercios del comercio mundial se negocia con dólares.

El Yen Japones

Yen, unidad monetaria utilizada en Japón. En 1870 el yen se definió como una moneda que tenía el mismo valor que el dólar de plata estadounidense, acuñándose en oro hasta 1888, y después en plata hasta 1914. Se siguieron acuñando yenes de oro hasta 1932. El yen se divide en 100 sen y 1.000 rins. En 1949 el yen adquirió un valor fijo que hacía corresponder 360 yenes a un dólar estadounidense, dejándose de utilizar los sen y los rins, salvo para realizar los cálculos financieros. El yen dejó el sistema de tipos de cambios fijos en 1971, dejando flotar su cotización en el mercado; su tipo de cambio cayó por debajo de los 100 yenes por dólar por primera vez en 1994. Hoy se acuñan monedas por valor de 1, 5, 10, 50, 100 y 500 yenes y billetes por valor de 1.000, 5.000 y 10.000 yenes. Se está empezando a retirar de la circulación las monedas de 500 yenes. El yen es una de las monedas más fuertes del mundo.

El Marco alemán

Marco, unidad monetaria de Alemania, cuyo nombre proviene del término escandinavo utilizado para referirse a la unidad de medida; se cree que surgió en el siglo III d.C. Fue la unidad monetaria utilizada por los godos y más tarde por los alemanes. Se le asignó un valor fijo (0,35842 gramos de oro puro) que prevalecía en todo el imperio alemán en 1873. Tras un periodo de inflación se volvió a estabilizar al crearse el Reichsmark en 1924. En 1948 pasó a llamarse Deutschemark en la República Federal de Alemania y Ostmark en la República Democrática de Alemania. Cuando Alemania se unificó en 1990, el Deutschemark, que se divide en 100 pfennígs, pasó a ser la moneda nacional. Sigue siendo una de las monedas internacionales más fuertes.

El Franco

Franco, nombre utilizado para designar las unidades monetarias que sirven como medio oficial de pago en Francia, Mónaco, Bélgica, Luxemburgo, Suiza, Liechtenstein y algunos países africanos que fueron colonias francesas y belgas. El franco suizo y el franco francés son las unidades monetarias más importantes desde el punto de vista de las finanzas y el comercio internacional.

El primer franco era una moneda de oro acuñada en 1360 por orden del rey Juan II de Francia. Su nombre deriva de la inscripción latina que aparecía impresa y que decía: Johannes Dei Gracia Francorum Rex (Juan por la gracia de Dios, rey de los francos). A mediados del siglo XV esta moneda ya no estaba en circulación, pero se mantuvo el nombre para las demás monedas francesas que la sucedieron. El actual franco francés se divide en cien céntimos; su valor depende de las fluctuaciones monetarias normales. Véase también Zona del franco.

El rublo ruso

La unidad monetaria básica de Rusia es el rublo, dividido en 100 kópeks. Durante décadas, la antigua URSS impidió la circulación del rublo dentro de los mercados internacionales, por lo que fue necesario asignarle un valor arbitrario y relativo para equipararlo a las monedas extranjeras; así, el cambio oficial era de 0,75 rublos por cada dólar estadounidense en 1991. A finales de este mismo año, el gobierno ruso llevó a cabo unas medidas decisivas en la liberalización del rublo, tras lo cual su valor cayó de forma vertiginosa; en 1992 la equivalencia con respecto al dólar era de 100 rublos y en 1993 bajó a algo más de 1.000 rublos. Todavía hoy continúa siendo la única moneda en muchas de las antiguas repúblicas soviéticas. El gobierno ha puesto en circulación un nuevo rublo, desprovisto de la insignia soviética.